Malas noticias para los hipotecados, el BCE da por cerradas las bajadas de tipos
El Banco Central Europeo ha puesto el freno y, salvo sorpresa, no lo volverá a pisar en lo que queda de ciclo. Las bajadas de tipos han terminado. Así lo anticipan los economistas consultados por Bloomberg, que apuntan a un largo periodo de estabilidad monetaria, con la tasa de depósito estancada en el entorno del 2% al menos hasta 2026. La inflación, en línea con el objetivo del BCE, refuerza esa pausa, aunque no elimina del todo el margen para un último ajuste si las circunstancias lo exigen.
La autoridad monetaria ha recortado tipos ocho veces desde 2023, pero en julio decidió parar. No se trató de un alto provisional, sino del cierre de una etapa. Desde entonces, los mensajes del BCE han sido nítidos: es el momento de observar y no tocar. Las previsiones de inflación a medio plazo se mueven cerca del 2%, lo que ofrece cierto respaldo para esta decisión. Aun así, no todos los analistas dan el ciclo por terminado. Una parte del mercado aún contempla un último recorte antes de marzo de 2026, en caso de que la inflación se enfríe más de lo previsto.
Algunos apuntan a diciembre de 2025 como ventana para ese posible ajuste. No sería un giro radical, sino un movimiento técnico, que situaría la tasa de depósito en el 1,75%. La justificación: prevenir una caída excesiva de los precios, sobre todo si la demanda interna se mantiene débil. Aun así, la mayoría coincide en que ese escenario no es el central y que el listón para un nuevo recorte está cada vez más alto.
Mientras tanto, los mercados empiezan a mirar hacia arriba. La posibilidad de que los tipos vuelvan a subir no es mayoritaria, pero ha ganado algo de espacio en las previsiones, especialmente si las presiones inflacionistas reaparecen en 2026. La división entre quienes ven riesgo de sobrecalentamiento y quienes temen una inflación demasiado baja refleja la falta de claridad en el horizonte económico.
La estabilidad de tipos también depende de factores que escapan al control del BCE. La presión geopolítica, los aranceles estadounidenses, el gasto militar y la debilidad política en varios países amenazan con alterar el equilibrio. Francia, en concreto, vuelve a estar en el foco: su crisis política ha reactivado el debate sobre la fragmentación financiera en la eurozona. Aunque el BCE descarta por ahora utilizar herramientas como el TPI, la tensión en el mercado de deuda soberana sigue latente.
El reto de los próximos meses será contener las expectativas de subidas. El BCE no quiere que los mercados interpreten el fin de los recortes como una antesala para endurecer la política. De momento, evita dar mensajes firmes sobre los próximos pasos. Prefiere apoyarse en los datos y mantener el perfil más moderado posible para evitar distorsiones, especialmente en un contexto de deuda elevada y sensibilidad creciente a los costes de financiación.
La tensión está en el aire: los tipos han tocado fondo, pero no todos lo creen. Mantener el control de la narrativa será tan importante como fijar el precio del dinero.


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