El BCE da por terminados los cuatro años de crisis inflacionista: ¿qué hemos aprendido?

El BCE da por terminados los cuatro años de crisis inflacionista: ¿qué hemos aprendido?



El Banco Central Europeo (BCE) ha cantado victoria contra la inflación. Lo ha hecho de forma un poco críptica, como suele ser la jerga de los banqueros centrales y también para cubrirse por si ocurre un nuevo evento que vuelva a elevar los precios, pero esta es la frase: «La inflación se sitúa actualmente en torno al objetivo del Consejo de Gobierno del 2 % a medio plazo». Esto es, la estabilidad de precios está, hoy por hoy, conseguida.

Ha tardado cuatro años en domeñar la inflación. La crisis comenzó en la recta final de la pandemia, por los problemas de las cadenas de suministro, y se ha prolongado por diversos shocks de oferta. Este episodio inflacionista ha permitido a las autoridades desplegar algunas de las lecciones aprendidas en la crisis inflacionista de los setenta y estudiar con más detalle cómo funciona el proceso de formación de precios en un contexto de alta inflación.

La escalada de los precios ha sido muy dolorosa para los consumidores. En España, el IPC ha subido un 18% en cuatro años, una subida similar a la de los 14 años anteriores. Sin embargo, si se compara con otras crisis inflacionistas de la historia, se observa que la actual ha sido más corta. En el caso de la crisis del petróleo de finales de los 60, España tardó nada menos que una década y media en volver a bajar el IPC por debajo del 5%.

La inflación llegó a niveles de doble dígito en la mayor parte de los países europeos en algún momento del año 2022. Sin embargo, esta crisis no llegó a alterar las previsiones de inflación de largo plazo. Esto es, los agentes económicos creyeron en todo momento que se trataba de un episodio puntual. Este fenómeno es importante, ya que significa que el banco central consiguió mantener la confianza de los ciudadanos.

Podría parecer que las expectativas de inflación son inamovibles, pero no lo son. En Estados Unidos, la escalada arancelaria ha disparado las previsiones de inflación de los consumidores. Según la Universidad de Michigan, las expectativas de inflación de la población estadounidense son las más altas desde 1991.

Una de las lecciones que extraen los bancos centrales es que la mano dura ha servido para contener la inflación. Su acción coordinada y contundente sirvió para anclar las expectativas de los agentes. Pero hay más: los investigadores han podido analizar cómo ha afectado la subida de los tipos de interés al proceso de fijación de precios.

Gracias a las grandes bases de datos, los economistas han podido analizar la frecuencia e intensidad con la que las empresas cambiaban los precios de sus productos o servicios y sacar conclusiones. Un estudio reciente publicado por el Banco Central Europeo ha detectado que en episodios de ‘shocks’ de oferta, la política monetaria debe responder de forma agresiva.

Esto es, cuando se produce una crisis de precios debido al aumento de costes (por ejemplo, energéticos, como ha ocurrido en estos años), una subida drástica de los tipos de interés permite controlar la inflación y estabilizar la producción al mismo tiempo. Esto es, genera efectos beneficiosos tanto para el control de los precios como para el crecimiento económico. El motivo es que para las empresas, los altos precios son también un foco de problemas que afectan a su producción. Los autores del estudio señalan que “la política monetaria debería ‘golpear mientras el hierro está caliente’”.

Esta lección será clave para la respuesta futura que den los bancos centrales a nuevas crisis de precios. Básicamente, la idea es que la pérdida de producción que generan los altos tipos de interés es menor cuando las empresas están subiendo sus precios de forma muy frecuente.

Sin embargo, también hay voces que defienden que la política monetaria habría tenido un papel testimonial en esta crisis inflacionista. El argumento es que, como la subida de precios se debió a un incremento de los costes energéticos, cuando este episodio se terminó, la inflación volvió a normalizarse. Ningún banco central se ha arriesgado a probar esta estrategia de sentarse a esperar que los precios bajaran, por lo que no hay comparación posible. Lo que sí está claro es que las subidas de tipos han sido paralelas a la moderación de la inflación sin que hayan provocado una recesión.

El aterrizaje suave

En la segunda mitad del siglo XX, las crisis inflacionistas se solucionaban haciendo descarrilar a la economía. La receta de altos tipos de interés doblegaba la inflación, pero acababa provocando una crisis económica. En esta crisis, por el contrario, los bancos centrales han conseguido acabar con la crisis inflacionista sin causar una recesión.

Aquí también hay varias lecciones que quedarán para el futuro. La primera, en línea con lo que se ha señalado, es que los bancos centrales tienen que mantener bien ancladas las expectativas de inflación para que la crisis de precios sea pasajera. La segunda es que, en el momento en el que la inflación empieza a remitir, se puede acompañar con bajadas de los tipos de interés que vayan dando algo de aire a la economía.

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La tercera es que la política fiscal puede ayudar a estabilizar el crecimiento mientras la política monetaria combate a la inflación. Esta política fiscal es capaz de ayudar a los hogares y las empresas más afectadas por la crisis de precios para evitar que su demanda se desplome.

El reparto de los costes

Pero todo esto habría sido imposible sin la concienciación de los trabajadores, que han aceptado sufrir dolor (económico) a corto plazo, a cambio de resolver el problema de forma rápida. Los trabajadores y, sobre todo, los sindicatos asumieron pérdidas de poder adquisitivo en los primeros años de la crisis inflacionista para evitar los temidos efectos de segunda ronda.

Esta decisión ha sido fundamental para contener el ciclo de subidas de precios y salarios que está en la base de las crisis inflacionistas de toda la historia. Cuatro años después, el salario medio de casi todos los países desarrollados ha recuperado los niveles previos a la crisis inflacionista, incluyendo España. El Gobierno bautizó este acuerdo social como pacto de rentas.

Foto: Imagen de la playa de la Concha en San Sebastián. (EFE)

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Pero lo más importante que ha enseñado esta crisis es que la inflación no ha muerto, como se creyó durante la pasada década. Las cadenas de valor son vulnerables a los shocks de oferta y las disrupciones comerciales generan rápidamente tensiones de precios. También que Europa sigue indefensa ante crisis energéticas, mientras no consiga ser autosuficiente con las renovables.

La globalización está en la base de la moderación de la inflación en las últimas décadas, y la desglobalización también generará tensiones de precios. En definitiva, existen varios procesos económicos que podrían generar subidas de precios. Pero también podrían regresar las tensiones deflacionistas. El principal riesgo en esta dirección es que las tasas de crecimiento en Europa siguen siendo muy pobres. Si la demanda no tira, las empresas no podrán subir sus precios por temor a perder clientes.

La presidenta del BCE, Christine Lagarde, quiso dejarlo claro en la rueda de prensa del jueves: «La incertidumbre sobre la inflación es más alta de lo normal». Aunque las subidas de precios estén contenidas y las expectativas bien ancladas, el mundo es vulnerable a una nueva crisis inflacionista. Al menos, ahora hay un manual actualizado de lo que ha funcionado.



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