Tener dos hipotecas es una gilipollez

Tener dos hipotecas es una gilipollez



José Elías lo ha dicho sin rodeos: tener dos hipotecas es una gilipollez. El empresario, conocido por hablar claro, defendió que una sola vivienda puede ser más que suficiente si se sabe disfrutar. Para él, la clave está en cómo se vive, no en cuántas propiedades se acumulan. Cuando viaja, prefiere pagar un hotel. Tres veces al año le basta. Ni casas vacías ni llaves duplicadas. Libertad y comodidad por encima de todo.

La idea de tener una segunda residencia ha sido durante décadas un símbolo de estatus y estabilidad en muchas familias. Casa en la ciudad, apartamento en la playa o en el pueblo. El clásico plan de vacaciones. Pero los tiempos han cambiado. Comprar hoy una segunda vivienda supone, en la mayoría de casos, asumir un compromiso económico muy alto, más aún si hay una hipoteca anterior en marcha.

Aunque pueda parecer un buen plan a largo plazo, hay que echar cuentas con frialdad. Comprar una segunda vivienda implica entrada inicial, notaría, impuestos, más la cuota mensual si se financia. Y todo eso en un momento en el que el precio de la vivienda está en niveles muy altos. Ya no hay gangas en la costa ni pueblos baratos. Hasta los destinos que antes eran accesibles han visto cómo se disparaban los precios por la demanda.

A eso hay que sumar un detalle no menor: los tipos de interés han encarecido las hipotecas. Aunque el Euríbor ha bajado desde los picos del año anterior y se mueve ya cerca del 2 %, los préstamos siguen siendo caros en comparación con lo que muchos recuerdan de hace una década. Pedir una segunda hipoteca no solo es más difícil, también más caro. Los bancos piden más garantías, más entrada y estudian con lupa los ingresos. Porque en caso de impago, saben que la gente deja antes de pagar la casa de la playa que la vivienda habitual.

Además, tener una segunda residencia suele atarte. Si te has dejado un buen dinero en esa propiedad, es normal querer aprovecharla. Así que cada puente, cada semana libre, terminas yendo al mismo sitio. Mismo sofá, mismas vistas, mismo bar. Lo que parecía libertad se convierte en rutina. Y si no vas, te duele haberla comprado. Tampoco es tan sencillo alquilarla cuando no se usa. Hay que gestionarlo, legalizarlo, declarar ingresos, pagar impuestos y asumir riesgos.

También hay que tener en cuenta los gastos fijos: comunidad, luz, agua, seguro, mantenimiento. Aunque no se use, la casa cuesta. Y si se queda vacía muchos meses, aumenta el riesgo de ocupaciones o robos. Por eso hay quienes instalan alarmas, cámaras y contratan servicios para que revisen la vivienda. Más costes.

Comprar una segunda vivienda puede funcionar para quien tenga liquidez, estabilidad laboral, ingresos altos y un uso claro para esa propiedad. Pero para la mayoría, lo que parecía un capricho se puede convertir en una carga que condiciona decisiones durante años.



Fuente