Solo el 16% de los jóvenes españoles vive fuera del hogar familiar, frente al 32% de la UE
En los últimos años, la independencia económica y la emancipación de los jóvenes españoles se han visto sometidas a una grave crisis, revela un estudio reciente de la Fundación BBVA y el Ivie, estudio Presente y futuro de la juventud española. Con tan solo un 16% de los jóvenes viviendo fuera del hogar parental, en contraste con el 32% de la media de la Unión Europea, la juventud española enfrenta obstáculos significativos para alcanzar la autonomía financiera.
La persistente crisis de emancipación se atribuye a varios factores, entre ellos los bajos salarios, la precariedad laboral y los precios desorbitados de la vivienda. La evolución ha sido desigual en todo el territorio español, con diez comunidades autónomas que presentan tasas de emancipación incluso inferiores a la media nacional. Destacan casos como Andalucía, donde solo el 12,9% de los jóvenes logró independizarse, y Cantabria, con un alarmante 11%.
En muchas regiones, más de la mitad de los jóvenes tienen que destinar más del cien por cien de su salario para poder alquilar un piso en solitario, y en más de la mitad de las autonomías, los jóvenes reciben menos de 1.000 euros netos al mes, lo que dificulta aún más su capacidad para independizarse.
La falta de estabilidad laboral y la dificultad para acceder a empleos bien remunerados son factores determinantes que retrasan el momento en el que los jóvenes pueden independizarse y establecerse por su cuenta. Además, esta situación no solo afecta el aspecto económico de la vida de los jóvenes, sino que también tiene repercusiones en su desarrollo personal y en la capacidad de tomar decisiones autónomas. La independencia es un hito importante en la vida de cualquier individuo, y el hecho de que cada vez más jóvenes españoles vean esta meta como algo inalcanzable puede tener consecuencias a largo plazo en la sociedad en su conjunto.
María Jesús Lago, profesora de Demografía de la Universidad CEU San Pablo, señala que «los jóvenes en España están en situación de desventaja a la hora de afrontar desafíos particulares en términos de acceso al empleo, salarios y oportunidades de desarrollo profesional».
Fluctuaciones en la tasa de emancipación
La tasa de emancipación juvenil en España ha experimentado fluctuaciones significativas a lo largo de las últimas décadas, reflejando tanto cambios estructurales en la sociedad como coyunturas económicas específicas. Durante finales del siglo XX, la tasa de emancipación disminuyó gradualmente debido a la prolongación de la educación formal, con muchos jóvenes dedicando más tiempo al bachillerato, la formación profesional y la universidad.
Sin embargo, a principios del siglo XXI, en el período de crecimiento económico y aumento del empleo que precedió a la crisis de 2008, la tasa de emancipación aumentó nuevamente. Esto indicó que la situación del mercado laboral también influye en la decisión de los jóvenes de abandonar el hogar familiar. Desde el inicio de la Gran Recesión hasta la actualidad, la tasa de emancipación ha vuelto a disminuir, alcanzando su punto más bajo en 2021, con solo el 15% de los jóvenes de 16 a 29 años viviendo en un hogar independiente.
La crisis de la COVID-19 agravó aún más las condiciones para los jóvenes, sin embargo, las dificultades de emancipación en España tienen raíces estructurales, especialmente relacionadas con la inserción laboral.
En términos de género, las mujeres tienen tasas de emancipación más altas que los hombres en todos los grupos de edad y niveles educativos. Según el CJE, ellas siguen emancipándose más que los hombres (19,4 % frente al 13,3%). Con una tasa de emancipación por encima de la media española se sitúan Cataluña (20,9), Canarias (19,1), Murcia (18,2), Madrid (17), Asturias (16,6) y Baleares (16,4). Por debajo de la media aparecen Aragón (16,2), Comunidad Valenciana (15,5), Navarra (15,5), Galicia (15,3), País Vasco (14,8), Extremadura (14,8), Castilla y León (14,7), La Rioja (14,7), Castilla-La Mancha (13,3), Andalucía (12,9) y Cantabria (11).
La edad media de emancipación también es menor para las mujeres, probablemente debido a que tienden a independizarse en pareja o con otras personas, mientras que los hombres son más propensos a vivir solos.
Lago sostiene también que «el declive en la independencia económica de los jóvenes en los últimos años ha sido influenciado por factores como la alta tasa de desempleo juvenil». Encuentran peores empleos, menos estables y mal remunerados. Además, la temporalidad y la falta de contratos indefinidos contribuye a ello. La proliferación de trabajos parciales y mal remunerados hace que sea muy difícil para los jóvenes su independencia económica. Sin dinero suficiente y estable los jóvenes no se pueden costear vivir por su cuenta. El acceso a una vivienda de alquiler es casi imposible. Por otra parte, indica que la «percepción de la independencia económica ha evolucionado entre los jóvenes por temas culturales y sociales». Algunos jóvenes priorizan experiencias y calidad de vida frente a la adquisición de bienes materiales como puede ser una vivienda. «Prefieren seguir viviendo con los padres y disfrutar de un ocio, viajes, vacaciones, fiestas, buena ropa, etc que de otra forma no podrían permitírselo», añade.
Desempleo juvenil
La precariedad laboral, caracterizada por un desempleo juvenil del 28%, casi el doble que la media de la UE, según datos del estudio de la Fundación BBVA y el Ivie, así como empleos inestables y mal remunerados, han creado un panorama desafiante para los jóvenes que buscan independizarse. Además, un preocupante 42% de los jóvenes se encuentran sobrecualificados, exacerbando la frustración y la dificultad para encontrar empleo acorde a su formación.
Como ya se indicaba, el coste prohibitivo de la vivienda es otro factor determinante. Con un ahorro inicial equivalente a 3,7 veces el salario anual de un joven necesario para adquirir una propiedad, la opción de compra se vuelve prácticamente inalcanzable sin apoyo familiar. En consecuencia, el aumento en la demanda de alquiler ha elevado los costes, representando más del 80% del salario medio para los jóvenes independizados que viven solos.
Este panorama se refleja en la edad promedio de emancipación, que se sitúa en 30,3 años, considerablemente más tarde que la media de la UE, que es de 26,4 años. La emancipación, una vez considerada un hito alcanzado por jóvenes, se ha convertido en una decisión tomada mayoritariamente por adultos jóvenes, mayores de 30 años, según revela el estudio.
Sin formación
En cuanto al análisis sobre la actividad formativa, se observa que buena parte de los jóvenes desempleados no están recibiendo ningún tipo de formación, ya sea reglada o no reglada. Sorprendentemente, más del 50% de los desempleados no se están formando, lo que sugiere que la situación de desempleo no está motivando una búsqueda activa de capacitación.
Esto es especialmente preocupante en el caso de los jóvenes de 25 a 29 años, quienes, a esa edad, generalmente ya han finalizado su formación reglada. A pesar de ello, el 71,7% de este grupo no está recibiendo ningún tipo de formación, lo que indica una falta de interés o acceso a programas de capacitación para mejorar su empleabilidad.
En contraste, entre los jóvenes inactivos, la situación es diferente. Aproximadamente el 87% de los inactivos están involucrados en actividades formativas. Es particularmente alentador ver que entre los menores de 20 años, el 94% está cursando estudios reglados, lo que sugiere que la inactividad laboral está vinculada a la continuación de la educación formal.
Sin embargo, para el grupo de 25 a 29 años, el porcentaje de inactivos que estudian disminuye al 52,7%, aunque todavía predomina la educación reglada. Sin embargo, es preocupante que un 47% de este grupo no esté estudiando ni trabajando, lo que plantea interrogantes sobre las razones detrás de esta falta de participación en actividades formativas.
Desafíos y disparidades en el mercado laboral
Los jóvenes de hoy enfrentan una serie de obstáculos al ingresar al mercado laboral. Además, la calidad de los empleos disponibles para estos es mejorable, con una prevalencia de contratos temporales y trabajo a tiempo parcial. Aunque la situación tiende a mejorar con la edad y el nivel educativo, la precariedad laboral puede persistir, especialmente para ciertos grupos como mujeres, trabajadores de la construcción y la hostelería, y aquellos con bajos niveles de educación. La falta de estabilidad laboral también puede desincentivar la inversión en la formación de los jóvenes por parte de las empresas.
José Antonio López Ruiz, profesor de Sociología de la Universidad Pontificia Comillas, sostiene que «la precariedad afecta no tanto en forma de desempleo, que es algo que también pesa si comparamos con otros países europeos, sino por la discontinuidad de los contratos y la baja cuantía de los sueldos». Son razones de tanto peso para los jóvenes que, conscientes del precio de la vida y la vivienda, se encuentran desmotivados para trabajar en esas condiciones y esperan a encontrar una oferta que les cuadre más en su vida. Es decir, «se hacen más selectivos, en vez de acogerse a cualquier oferta», añade.
A pesar de estos desafíos, se observa un aumento en la importancia de ocupaciones cualificadas entre los jóvenes, aunque muchos comienzan su carrera con contratos de prácticas y salarios inferiores a sus habilidades y educación. Sin embargo, a medida que avanzan en sus carreras, la brecha entre jóvenes y adultos se reduce, en parte debido a la adquisición de conocimientos y habilidades relevantes para las nuevas tecnologías.
López Ruiz cree que una medida para mejorar las oportunidades laborales y económicas de los jóvenes en España podría ser el «autoempleo», con ayudas fiscales e incluso con más préstamos para proyectos juveniles, con condiciones de pago ventajosas. Otra, que ya se ha dado, es «lograr que las becas de colaboración cotizen en seguridad social». Y la tercera es «mejorar la formación continua, para que se pertrechen mejor para las exigencias del trabajo hoy, con más manejo de idiomas, informática profesional e incluso programación», declara.
Desigualdades en ingresos y vivienda
El informe también pone de manifiesto importantes disparidades en los ingresos y condiciones de vivienda entre hogares con y sin jóvenes en España. Según los datos recopilados, la renta media de los hogares encabezados por jóvenes se sitúa por debajo de la media nacional, especialmente durante la Gran Recesión entre 2008 y 2014, donde se observó una marcada disminución en comparación con otros grupos demográficos.
El análisis también revela que mientras que los hogares sin jóvenes tienden a ubicarse por encima de la media, aquellos encabezados por jóvenes continúan por debajo, sugiriendo condiciones económicas más precarias para este grupo demográfico.
Además, el estudio desvela que la mayoría de las viviendas se concentran en zonas urbanas densamente pobladas. Sin embargo, aquellos emancipados enfrentan una mayor proporción de viviendas pequeñas, especialmente en áreas urbanas costosas, lo que podría indicar dificultades adicionales en términos de acceso a una vivienda adecuada.