Sabadell, en riesgo: podría corregir en bolsa si fracasa la OPA de BBVA
El cierre parcial de la administración estadounidense apenas está teniendo impacto en los mercados. Los inversores descuentan que la situación pueda resolverse esta misma semana, a pesar de las profundas diferencias entre republicanos y demócratas en cuestiones clave como las subvenciones sanitarias. Desde la Casa Blanca preocupa, no obstante, el desgaste de la opinión pública si persiste la parálisis, sobre todo por el riesgo de que expiren ayudas sensibles. Históricamente, los cierres de gobierno han tenido un efecto limitado en la economía y en la bolsa. Sin embargo, esta vez el debate incluye posibles recortes estructurales en gasto y plantilla federal, lo que podría aumentar la incidencia en el medio plazo. De momento, el tono del mercado sigue siendo de complacencia contenida, con entradas de flujos hacia la renta variable y un equilibrio frágil, pero funcional, en torno a la política monetaria. La idea de que los tipos de interés han tocado techo gana fuerza, lo que alivia la percepción de riesgo y favorece especialmente a las grandes tecnológicas. Estas, además, continúan capitalizando el impulso de la inteligencia artificial.
Con este telón de fondo, la atención se centra ahora en la nueva temporada de resultados. El consenso estima un crecimiento de beneficios del12% interanual para el S&P 500 en el tercer trimestre, muy por encima del 4,8% previsto a finales del segundo trimestre. Este repunte responde a la fortaleza mostrada en la campaña anterior, que sorprendió al alza y revisó positivamente las expectativas. Será, de confirmarse, el noveno trimestre consecutivo de crecimiento interanual en beneficios. Las previsiones destacan que el índice de profit warnings se sitúa en el 52,4%, por debajo de la media histórica (59,8%). Tradicionalmente, cuando las compañías no rebajan expectativas, las sorpresas positivas tienden a ser menores. Sin embargo, el precedente del segundo trimestre invita a pensar que las empresas podrían volver a superar las estimaciones. Por sectores, casi todos esperan un crecimiento interanual sólido de ingresos, liderados por tecnología de la información, semiconductores, servicios de comunicación y salud. El único que se prevé en terreno negativo es el energético, lastrado por la caída en los precios del petróleo.
Por otro lado, en España, a pocos días de que se conozca el desenlace de la OPA de BBVA sobre Banco Sabadell, el terreno es incierto. Aunque Carlos Torres, presidente de BBVA, ha mostrado plena confianza en superar el umbral del 50% del capital, los analistas ven más probable un escenario intermedio. El éxito pleno —superar el 50% de aceptación— no se descarta, pero se le atribuye una probabilidad en torno al 35%, apoyado en la posible adhesión de grandes fondos institucionales en las últimas horas. Sin embargo, el escenario más plausible, con una probabilidad del 45%, es el del éxito parcial, con una aceptación de entre el 30% y el 50%. Esta situación daría a BBVA una posición sólida para una segunda fase. El fracaso rotundo —no alcanzar ni el 30%— se percibe como altamente improbable, con menos del 20% de probabilidad, dado que algunos accionistas significativos, como David Martínez, ya han mostrado su apoyo.
En caso de que BBVA no alcance el 50%, las acciones de Banco Sabadell podrían sufrir una corrección al desaparecer el efecto prima. Aun así, el banco catalán cuenta con valor como entidad independiente. Además, quedaría abierta la puerta a una segunda OPA en un plazo de 4 a 6 meses, donde la CNMV tendría la última palabra sobre si BBVA debe mejorar el precio ofrecido, algo a lo que la entidad vasca se resiste.
El proceso, no obstante, genera riesgos para ambas partes. Si la OPA prospera, BBVA se vería obligado a una fuerte ampliación de capital y tardaría al menos tres años en capturar las sinergias previstas. Por su parte, Sabadell ha recurrido a dividendos extraordinarios y venta de activos para defenderse, medidas que podrían debilitar su posición futura si el entorno económico se complica. En definitiva, la operación se perfila como una batalla de desgaste en la que, más allá de porcentajes de aceptación, el riesgo es que ninguno de los dos bancos termine realmente beneficiado.











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