Quiero disfrutar hasta el último euro que haya ganado

Quiero disfrutar hasta el último euro que haya ganado



El periodista deportivo Artur Peguera (Pont de Suert, 1964) nació en una familia trabajadora donde desde pequeño aprendió el valor del dinero. Empezó a trabajar con 8 años ayudando a descargar el camión de leña para el horno de pan del pueblo: «El salario era una torta de azúcar y cuatro pesetas. ingeniar para conseguir un extra, aprovechando que sabían dónde estaba el cuadro de luces: «Apagábamos las luces y cuando llegaban los turistas franceses no se veía nada. Entonces les encendíamos y nos caía alguna propina».

Sin embargo, no fue hasta más adelante que el presentador tuvo su primer trabajo con un sueldo. Trabajó en el Hotel Andria de sus tíos e hizo de peón construyendo la presa de Moralets: «Mi padre me dijo que si quería una moto me la comprara, así que busqué la forma de ganar dinero rápido».

Siguiendo la filosofía de su casa, se puso a trabajar mientras estudiaba. Y su padre, que era corresponsal en Lleida de diferentes medios de comunicación, recomendó a su hijo como periodista deportivo: «Me dijeron que me darían 10.000 pesetas al mes (60 euros). Y en el primer mes ya me dijeron que estaba haciendo mucho trabajo, y que me pagarían el doble». En aquella época, su intención era dedicarse a la administración de banca: «Me llamaba la atención, sobre todo como en modus vivendi. Los empleados de banca estaban bien considerados y yo pensaba en el trabajo como en una forma de ganarse la vida para poder hacer las cosas que necesitas».

Pero cuando entró en el periodismo se dio cuenta de que aquello era lo que realmente quería: «La vida dio un giro. Me formé y ya no dejé de trabajar. No me importaba tanto el dinero como disfrutar del trabajo». De hecho, sólo hubo una época que tuvo dudas: «Retomé la idea de la banca e hice unas pruebas para una posición a la que iba a ganar más del doble o el triple de lo que estaba ganando». Pero cuando tenía que ir a hacer el reconocimiento médico para empezar a trabajar echó atrás: «Ganando menos dinero era más feliz de lo que hubiera sido trabajando fuera de la profesión».

Una de las decisiones más importantes de su carrera fue dar el salto a la televisión: «Me fui a ganar menos dinero, dejando un trabajo fijo en una empresa muy importante que me daba una seguridad, y me arriesgué. Me demosté que efectivamente me importaba más ser feliz. Esta fue la puerta de entrada a TV3». En un inicio tenía contrato con una productora y más adelante hizo las oposiciones: «Tengo uno de los mayores privilegios de la vida, vivir de algo que me gusta». Sin embargo, destaca que el sector se ha desvalorado: «Que la gente que nos ganemos dignamente la vida seamos unos privilegiados, lo único que demuestra es la precariedad de nuestra profesión».

En cuanto a finanzas personales, Peguera es ahorrador: «Nunca he estirado más el brazo que la manga; evidentemente, para comprarme el piso tuve que pedir una hipoteca, pero no me volví loco. Siempre he sido prudente, tengo lo que veo claramente que puedo pagar». De hecho, no le gusta nada deber dinero: «Siempre me ha puesto muy nervioso. Pero ahora con el Bizum puedes hacer rápidamente las paces».

Por otra parte, el presentador ha visto cómo sus padres ponían siempre el freno de mano en los gastos porque sufrieron mucho en la posguerra: «Llegan al final y dices: «¿Pero por qué no han podido disfrutar de todo esto que han estado ahorrando?»». En este sentido, cree en lo que dijo el premio Nobel de economía en 1985, Franco Modigliani: «La herencia es un error de cálculo». Así pues, pretende gozar de toda la jubilación: «Si es posible, quiero llegar a disfrutar de hasta el último euro que haya ganado, porque lo habré ganado yo». De hecho, él se considera muy currante: «Nunca he tenido un no para quedarme hasta la hora que fuera, seguramente porque el trabajo que he hecho me ha gustado».

Aún así, asegura que hay que encontrar el equilibrio: «Me gustaría no depender de nadie, que no tuviera que hipotecar a mi hija oa mi pareja». Así pues, para él la economía doméstica es como un maratón: hay que encontrar el equilibrio entre no ahorrar demasiado ni desperdiciar el dinero: «Que cuando llegues a la meta no digas: «Voy sobrado de fuerzas, pudo ir más deprisa». Ni tampoco que llegues al kilómetro 30 y ya no puedas más, para que has llegado a un ritmo más rápido, para que has ido más. cómodo, que puedas aguantar.



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