¿Qué son las tierras raras y cuáles son los usos de los metales que hay en ellas?
Las tierras raras no son ni tierras ni raras
Las tierras raras son un grupo de 17 elementos químicos metálicos. Están la serie completa de los llamados lantánidos (lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometio, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio), junto al escandio y el itrio. Aunque se conocen desde hace tiempo, durante décadas no fueron de gran importancia. Sin embargo, en los últimos 60 años se han vuelto cada vez más relevantes, ya que son indispensables para muchos componentes presentes en todo tipo de tecnologías (desde nuestros móviles hasta los aerogeneradores). De hecho, desde 2011 forman parte de la lista de materias primas críticas de la Comisión Europea.
Sin embargo, diga lo que diga su nombre, las tierras raras no son tierras. En el siglo XVIII y XIX, la existencia de muchos elementos químicos (como estos 17) solo se conocía a través de sus óxidos, también llamados tierras. Y desde entonces ya no pudieron librarse de la etiqueta. Pero es que las tierras raras tampoco son raras, al menos, con el significado de algo poco común. En realidad, son relativamente abundantes en la corteza terrestre.
“El origen del término raras procede de las enormes dificultades que encontraron históricamente los químicos para aislar estos elementos. Las limitaciones técnicas de la época, junto al desarrollo incipiente de la química como disciplina científica, hicieron que el aislamiento de estos elementos constituyese un desafío científico de primera magnitud. Esa dificultad, junto con las sospechas iniciales de su escasa abundancia, llevaron a los químicos a bautizar este conjunto de elementos como tierras raras”, explica Adrián Bogeat, profesor de Química Inorgánica de la Universidad de Salamanca.
17 metales estratégicos para la sostenibilidad
“Las tierras raras son sumamente interesantes desde un punto de vista tanto industrial como tecnológico, debido a que reúnen un conjunto de propiedades excepcionales que derivan de la configuración de sus electrones”, añade el experto. Estas propiedades químicas, magnéticas y ópticas las han convertido en materiales esenciales para multitud de aplicaciones: están presentes en nuestras luces y en nuestras pantallas, en los aparatos de aire acondicionado, en las baterías y en pequeños imanes que se usan en todo tipo de tecnologías, incluidas las que nos permiten generar las energías renovables.
Son un recurso estratégico que, además, no está muy bien repartido en la corteza terrestre. Según los datos del Servicio Geológico de Estados Unidos, de los más de 90 millones de toneladas de tierras raras que se estima que contienen las reservas del mundo, cerca de la mitad están en China, 21 millones están en Brasil, 7 millones están en la India, 6 en Australia y 4 en Rusia. Los niveles de producción difieren bastante entre países, ya que China controla la mayor parte del mercado (cerca del 90 %), seguida de lejos por EE. UU. En los últimos años, además, China ha empezado a limitar sus exportaciones, por lo que cada vez más países están buscando alternativas para acceder a estos metales estratégicos.
“Una de las soluciones para paliar esta dependencia pasa por la búsqueda y explotación de nuevos yacimientos, pero es un proceso lento, ya que pueden transcurrir hasta 30 años desde que se encuentra un yacimiento viable económicamente hasta que se inicia la explotación”, señala Bogeat. “Hoy en día, creo que la solución más efectiva y medioambientalmente sostenible pasa por aumentar el reciclaje de las tierras raras, en el marco de lo que suele denominarse minería urbana. Las tasas actuales de reciclado de estas materias primas no superan el 1 % del total”.















