¿Que podría frenar seriamente la economía de EEUU?
El dato de desempleo en EEUU de junio se situó en el 4,1%. Sin embargo, empresas como Microsoft siguen anunciando despidos, en su caso el 4% de su plantilla global. ¿Cómo está la salud del mercado laboral en EEUU?
Aún se percibe fortaleza en el mercado laboral estadounidense, pero empiezan a aparecer señales de alerta. Hay ciertos indicios que podrían anticipar problemas en los próximos meses. El empleo es un factor clave en la macroeconomía y suele anticipar posibles recesiones. Sin embargo, por ahora no estamos en ese escenario: llevamos tres años oyendo pronósticos de recesión que no se han materializado, y muchos indicadores macroeconómicos siguen siendo sólidos.
El PMI manufacturero subió ligeramente en junio a 49, pero sigue en mínimos de seis meses. ¿Qué nos está diciendo esta cifra?
El hecho de que el PMI esté por debajo de 50 indica una contracción, pero eso no implica automáticamente una recesión. Para encender una verdadera señal de alarma, la caída tendría que ser más pronunciada y sostenida. A pesar de la debilidad en el sector manufacturero, otros sectores, como alimentos, bebidas o energía, siguen mostrando dinamismo. Por eso hablamos de un “foco amarillo” más que de una alarma roja.
Ahora bien, sí hay señales de enfriamiento: las nuevas órdenes de manufactura están cayendo, lo que refleja una menor demanda. Además, la dependencia de insumos importados —afectados por aranceles y tensiones comerciales— también presiona los costos y ralentiza la producción.
En resumen, el panorama sigue débil y se espera que el PMI continúe bajando en el tercer trimestre, acercándose más a niveles típicos de recesión. Por eso será clave estar atentos a los datos del tercer y cuarto trimestre, que podrían dar señales más claras sobre el rumbo económico.
Impacto de los aranceles de Donald Trump en el sector agroalimentario y países más impactados
Es difícil identificar un único foco de impacto, ya que prácticamente toda la cadena agroalimentaria está viéndose afectada: desde los insumos hasta los productos finales. En el caso de Vietnam, se trata de una economía manufacturera robusta, impulsada en gran parte por inversiones chinas. Durante años, muchas empresas han seguido una estrategia conocida como China Plus One, que consiste en fabricar en China y completar el ensamblaje o el empaquetado en países como Vietnam, con el objetivo de reducir la carga arancelaria. Sin embargo, con el nuevo acuerdo comercial con Estados Unidos, todas las importaciones procedentes de Vietnam estarán sujetas a un arancel del 20%, y si se comprueba que los productos han sido transbordados desde China, la tarifa podría alcanzar el 40%. Este nuevo esquema ya empieza a repercutir en el sector agroalimentario, especialmente entre los importadores de alimentos en Estados Unidos. Inicialmente se barajaba un arancel del 10%, pero su aumento al 20% ha elevado la presión sobre los márgenes comerciales. En la práctica, los precios de negociación en origen —en países como Vietnam o España— se están ajustando para absorber parte del sobrecoste. Por ejemplo, productos acuícolas como el camarón o el pangasius, que se exportan en grandes volúmenes desde Vietnam a EE.UU., podrían ver su precio base reducido de 1 dólar a 0,90 o 0,92 para compensar el impacto del arancel. Cabe recordar que aproximadamente el 80% de los productos acuícolas consumidos en Estados Unidos son importados, con Vietnam y China como principales proveedores.
En Europa, España enfrenta desafíos similares. Aunque no cuenta con acuerdos comerciales amplios con Estados Unidos, algunos sectores podrían verse especialmente afectados. Uno de ellos es el del aceite de oliva, con más de 180.000 toneladas exportadas anualmente a EE.UU. Un arancel adicional encarecería un producto considerado básico tanto en el mercado europeo como en el estadounidense, y afectaría directamente a regiones productoras clave.
En definitiva, los aranceles incrementan los costos a lo largo de toda la cadena. Aunque no todo el aumento se traslada al consumidor final, la carga termina repartiéndose entre productores, importadores y distribuidores. Tarde o temprano, parte de ese impacto se reflejará en el precio que paga el consumidor.
¿Recortará finalmente la Fed las tasas este año?
Para responder, hay que considerar varios factores. Uno de ellos es el conocido dot plot, una herramienta interna de la Fed que recopila las expectativas de sus miembros sobre la evolución de los tipos de interés. Según este gráfico, la mayoría de las proyecciones apuntan a recortes más significativos hacia 2026, y no tanto durante 2025. Sin embargo, hay variables que podrían alterar ese panorama. Si el consumo interno comienza a desacelerarse de forma clara, la Reserva Federal podría verse obligada a actuar antes de lo previsto para evitar una contracción más severa de la economía. Pero hay una trampa: los aranceles recién anunciados también son inflacionarios, lo que complica aún más la ecuación. Recortar tasas en un entorno de precios al alza podría ser contraproducente.
A pesar de la incertidumbre, algunos indicadores comienzan a mostrar señales de alivio. El índice de precios del gasto en consumo personal (PCE), la medida de inflación preferida por la Fed, está moderándose, lo que abre la puerta a posibles recortes modestos —quizás uno o dos— hacia el tercer o cuarto trimestre de 2025. No obstante, el entorno sigue siendo volátil. La reciente aprobación de la llamada Big and Beautiful Bill, una ambiciosa reforma fiscal promovida por la administración Trump, podría tener un efecto inflacionario adicional, dependiendo de cómo se implementen sus medidas. El mercado de bonos será un buen termómetro para anticipar hacia dónde va la Fed. Pero si el riesgo inflacionario pesa más que el riesgo de una leve recesión, Powell se mantendrá firme. No bajará las tasas solo por presión política.
En definitiva, todo dependerá del equilibrio entre consumo, inflación, vivienda y actividad empresarial. Aunque la presión desde la Casa Blanca crece, la Fed parece decidida a no moverse hasta tener señales más claras.




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