Qué hay detrás de la única economía europea que sigue siendo más pequeña que antes de la pandemia


ShopyMoon - Climatización & Hogar

Todas las economías de la Unión Europea, salvo la República Checa, han recuperado ya su tamaño anterior a la pandemia. El país centroeuropeo sigue siendo el único rezagado, con un Producto Interior Bruto (PIB) aún más de un 1% por debajo de su máximo de finales de 2019 (con la contabilidad nacional hasta el segundo trimestre de 2023 incluido). Aunque las revisiones de los volátiles datos de las cuentas nacionales de los últimos años podrían todavía hacer variar la clasificación, la economía checa está sufriendo visiblemente un ataque de debilidad generalizada. Si hasta hace no mucho era un ejemplo de convergencia con economías más punteras de la región (antes de la pandemia adelantó a España en renta per cápita), ahora la imagen denota pesimismo.

El PIB –superior a los 300.000 millones de euros a precios corrientes- de este país con 11 millones de habitantes y capital en Praga no está siendo arrastrado por caprichos estadísticos o por la volátil acumulación de inventarios: tanto el consumo privado como la inversión fija están por debajo de los niveles anteriores a la pandemia. El desplome del consumo es especialmente notable, ya que seis contracciones trimestrales -algunas de ellas las mayores registradas, excluyendo las que se produjeron durante la pandemia- hasta el primer trimestre de 2023 han hecho retroceder el consumo privado a los niveles de 2015 en términos reales, lo que supone un descenso acumulado del 9% de pico a valle. El gasto de los hogares solo creció un 0,2% intertrimestral en el segundo trimestre, lo que no parece el comienzo de una rápida recuperación.

Los datos del tercer trimestre, aunque preliminares, confirman el cuadro. El descenso del 0,3% intertrimestral del PIB checo en el tercer trimestre fue peor de lo esperado, y sugiere que la economía se contraerá probablemente en el conjunto del año. En términos interanuales, el crecimiento del PIB se mantuvo en el -0,6% con respecto al segundo trimestre. El comunicado publicado este martes no contiene un desglose detallado, pero la oficina de estadística checa señaló que «la disminución intertrimestral del PIB se vio afectada negativamente sobre todo por la demanda exterior. La demanda interna se estancó».

¿Por qué la economía checa atraviesa dificultades cuando sus homólogas de Europa Central y Oriental hace tiempo que recuperaron sus pérdidas por la pandemia y algunas -Hungría, Rumanía y Eslovenia- incluso lideran el grupo de la UE? «El bajo rendimiento de la República Checa se debe a una confluencia de factores adversos: una mayor exposición a las perturbaciones adversas de la oferta, una política monetaria estricta y la falta de apoyo fiscal son los principales culpables. La mayoría de los países de la UE se han visto afectados por una oleada similar de perturbaciones, pero quizá no en la misma medida», responde en un informe sobre el país checo Tomas Dvorak, analista de Oxford Economics.

En su prospectiva, Dvorak comienzo por la notable exposición a las crisis de la oferta. «Las crisis de oferta que han afectado a los países de la UE en los tres últimos años han repercutido con especial fuerza en la economía checa. La escasez de microchips y las graves interrupciones del suministro durante covid afectaron duramente al gran sector manufacturero del país, en particular a la producción de automóviles. Como importador neto de materias primas energéticas, con una gran parte del suministro procedente de Rusia, el país sufrió un duro golpe con la crisis energética. Esto se vio agravado por la alta intensidad energética (o baja eficiencia) de la economía checa. La limitación de los precios de la electricidad y el gas impuesta por el Gobierno se hizo extensiva tanto a los hogares como a las PYME, pero sólo supuso una ayuda relativamente modesta. En consecuencia, la economía checa sufrió una fuerte crisis energética», expone el economista.

Poniendo el foco en la industria, el gran sector checo de fabricación de automóviles -profundamente integrado en la cadena europea de suministro de automóviles- se vio duramente afectado por las interrupciones del suministro causadas por la pandemia y, en particular, por la citada escasez de microchips, que provocó paradas de la producción. Este sector automotriz, que desempeña un papel importante en la economía (22% del valor agregado en la actividad manufacturera y 20% de las exportaciones totales) también se vio golpeado por los estrictos confinamientos en China por la política cero covid, lo que provocó el cierre de plantas checas el año pasado, recuerda Cynthia Kalasopatan, economista de BNP Paribas.

La producción manufacturera está actualmente sólo un 5,6% por encima del nivel prepandémico y muy lejos de la tendencia prepandémica. Dada la sensibilidad de la demanda del sector manufacturero a los tipos de interés, en particular para los bienes de equipo, es evidente que este viento en contra persistirá a corto plazo. Desde Oxford Economics esperan que la producción industrial disminuya un 2,7% en el segundo semestre. Según los datos conocidos esta semana, el índice de gestores de compras (PMI) manufacturero relativo a octubre subió de 41,7 a 42 puntos, lo que lo deja en un nivel muy deprimido. El índice de nuevos pedidos aumentó ligeramente, pero en 38,7 es coherente con una producción industrial que sigue cayendo en términos interanuales a principios del cuarto trimestre.

Una gran losa para el sector industrial ha sido su propia razón de ser: una interdependencia con Alemania que ahora no está ayudando. Si en los últimos años las exportaciones a Alemania han sido una de las banderas del éxito económico del país en calidad de polo de externalización cercano geográficamente y con mano de obra más barata de industrias germanas y fabricación de componentes, la debilidad económica que ahora misma atraviesa el mayor socio comercial de la República Checa está perjudicando.

La presión sobre los hogares y las empresas también se ha visto agravada por un importante aumento de la inflación. Las perturbaciones de la oferta, tanto mundiales como nacionales, han sido el principal motor de la inflación en la República Checa, que ha sido una de las más graves de la UE. A pesar de un nivel de precios más alto que la mayoría de sus homólogos de Europa Central y Oriental, la inflación acumulada desde 2020 en la República Checa habla por sí misma: la segunda más alta después de Hungría, con un aumento acumulado del 37% en el nivel de precios, en comparación con la media de la UE del 20%. El Índice de Precios al Consumo (IPC) escaló a un máximo del 18% en septiembre del año pasado y este septiembre aún estaba en el 6,9%.

«La ausencia del euro y la fuerte depreciación de la corona han agravado el shock de la relación de intercambio. El resultado ha sido una disminución sin precedentes de los ingresos reales, con un déficit acumulado de 940.000 millones de coronas checas en relación con la tendencia anterior a la pandemia. Esto, a su vez, llevó a un desplome del consumo privado del 9% de pico a valle, dejando el gasto en niveles de 2015 en términos reales», apunta Dvorak. El escaso crecimiento del 0,2% intertrimestral del gasto de consumo en el segundo trimestre, tras cinco caídas trimestrales consecutivas, sugiere que es poco probable un rápido repunte, añade el economista.

También ha habido un menor componente de inflación impulsada por la demanda, alimentada por un recorte no financiado del impuesto sobre la renta justo antes de covid, así como por un mercado laboral sobrecalentado que generó un fuerte crecimiento salarial en 2015-2019. «Creemos que, además de los factores enumerados anteriormente, la falta de competencia en algunos mercados puede haber aumentado la capacidad de las empresas para repercutir los aumentos de los costes de los insumos a los consumidores e incluso ampliar los márgenes. Esto se ha traducido en mayores subidas de precios en algunos sectores concretos (materiales de construcción o venta minorista de alimentos), así como en una reducción de la participación del trabajo en la renta», agrega el hombre de Oxford Economics.

«Creemos que la debilidad de la demanda exterior seguirá lastrando la actividad en los próximos trimestres, ya que la economía de la eurozona sigue atravesando dificultades. La demanda interna puede experimentar una lenta recuperación a medida que los ingresos reales de los hogares se recuperen del shock inflacionista de los dos últimos años, pero esto llevará tiempo», afirma Nicholas Farr, analista de economías europeos emergentes de Capital Economics.

Sin dejar atrás el mercado laboral, aunque este ha recuperado su rigidez anterior a la pandemia, ha tenido dificultades para generar un crecimiento salarial nominal cercano a la inflación. Los economistas son escépticos sobre los riesgos de que surja una espiral salarios-precios a medida que disminuye la inflación. Las empresas tendrán dificultades para mantener el ritmo actual de crecimiento salarial en un entorno de baja demanda y hay indicios de cierto deterioro del mercado laboral. Cuanto más persista la actual debilidad de la demanda, incluso si la desaceleración es sólo superficial, menos probable será que las empresas retengan a los trabajadores a medida que se estrechan los márgenes.

Una política monetaria más ‘potente’

Otro foco de dolor ha sido el de una política monetaria restrictiva. Todos los bancos centrales de Europa han pasado por ciclos de subidas sustanciales para controlar la inflación. Sin embargo, el Banco Nacional de Chequia (BNC) se adelantó en junio de 2021 y su política de endurecimiento fue inusualmente temprana. El banco central ha mantenido el techo de los tipos en el 7% desde junio del año pasado, pero dados los retrasos en la transmisión de la política monetaria a través de la economía real, los efectos máximos del endurecimiento sólo están empezando a sentirse ahora. Otros bancos centrales de Europa Central y Oriental también han subido sus tipos de interés oficiales -el de Hungría ha subido los tipos incluso más que el checo-, pero van a la zaga del BNC en el ritmo del ciclo de subidas (675 puntos básicos en un espacio de 12 meses).

Dvorak también contempla la posibilidad de que la política monetaria restrictiva sea más potente en la República Checa que en otros lugares: «Hay algunos indicios de ello. La tasa de ahorro de los hogares ha repuntado en respuesta a las subidas de tipos, lo que sugiere que el canal gasto-ahorro de la transmisión de la política monetaria está funcionando bien. También se ha producido un descenso más pronunciado de los precios de los activos, aunque podría decirse que no es atribuible únicamente a las subidas de tipos. Los nuevos préstamos también han disminuido, pero quizá no más que en otras economías, y las empresas checas han pasado en gran medida a pedir préstamos en euros en lugar de en coronas. Por último, a diferencia de otros países de Europa Central y Oriental, el endurecimiento monetario no se ha visto tan contrarrestado por la relajación de la política fiscal: Hungría y Polonia también han introducido algunas medidas, como la suspensión del crédito a los deudores hipotecarios, que han limitado la repercusión de las subidas de tipos».

Para más inri, en su reunión de este jueves, el BNC contravino todos los pronósticos y anunció que mantiene los tipos en el 7% cuando la expectativa generalizada era la de un primer recorte ante la notoria debilidad de la economía. «El BNC sorprendió ayer a los mercados (y a nosotros) con una postura de línea dura, no porque no bajara el tipo de interés oficial en 25 puntos básicos, como habíamos previsto, sino porque siguió destacando el riesgo al alza para la inflación, elevó la previsión de inflación para 2024 y señaló que una bajada de tipos en diciembre tampoco era una conclusión inevitable. Las nuevas proyecciones macroeconómicas presentan unas perspectivas de crecimiento mucho peores, pero claramente esto no fue suficiente para que el BNC anulara el riesgo de inflación», remarca Tatha Ghose. Es incierto el calendario de recortes de tipos para una economía que necesita combustión.

Hay más factores también que han lastrado el crecimiento. En marcado contraste con sus homólogos eslovacos, los hogares checos no han recurrido a su exceso de ahorro. «Hay pocas razones para pensar que los hogares vayan a derrochar incluso después de que los tipos de interés empiecen a bajar. Además, es probable que la corona checa haya combinado lo peor de dos mundos: depreciarse bruscamente, exacerbando la inflación importada, pero recuperarse lo bastante rápido como para proporcionar poco apoyo a la economía orientada a la exportación», analiza Dvorak.

Por el lado del apoyo fiscal, el economista de Oxford Economics admite que, pese al grado sin precedentes de relajación fiscal con apoyos pandémicos como los planes de mantenimiento del empleo (como los ERTE en España) y el posterior tope del precio de la energía, este apoyo no ha sido más generoso que en otros países y, en todo caso, ha sido ligeramente inferior. Este factor será importante en adelante, recalca el experto, cuando la coalición gobernante de centro-derecha aplique su anunciado manifiesto de consolidación fiscal.

«Dado el gran déficit estructural heredado del gobierno anterior, estamos de acuerdo en que es necesaria cierta consolidación. Pero somos escépticos sobre el ritmo propuesto de equilibrio fiscal, así como sobre el sesgo hacia recortes del gasto. Parte de ello se verá compensado por el desembolso de los fondos de la UE de nueva generación (NGEU) en los próximos años y, lo que es alentador, el gasto en inversión pública parece estar delimitado. Pero la política fiscal ha proporcionado menos apoyo que en Hungría, Polonia o Eslovaquia hasta la fecha, y esto va a continuar. Esperamos que el saldo estructural se reduzca un 2% del PIB en 2023 y un 2,5% en 2024», valora Dvorak.

¿El nuevo ‘enfermo de Europa’?

Lo peor no es solo este escenario, sino la seguridad de que se prolongará. «La estructura económica y su exposición a las recientes sacudidas que aún resuenan en la economía hacen de la República Checa el ‘enfermo de Europa’, incluso más que Alemania», sentencia el informe de Oxford Economics. «Creemos que la mayoría de los vientos en contra que arrastran el crecimiento checo se disiparán gradualmente en los próximos trimestres, a excepción de la política fiscal restrictiva. Pero incluso cuando el crecimiento económico se normalice, creemos que la economía checa seguirá rezagada con respecto a sus homólogas de Europa Central y Oriental, y que la brecha entre las economías que se abrió tras la pandemia será difícil de cerrar. Prevemos que el PIB checo se sitúe sólo un 0,5% por encima del nivel anterior a la pandemia a finales de 2024, frente al 11% del resto de los países de la Europa Central y Oriental y el 5% del conjunto de la UE», adelanta Dvorak.

Este retraso, prosigue el analista, podría tener repercusiones negativas en varios ámbitos económicos. En primer lugar, podría pesar sobre la formación de capital nacional, ya que una demanda más débil supondría un menor incentivo para la inversión. En cuanto a la inversión extranjera directa (IED), las implicaciones parecen menos claras. «La debilidad de la demanda interna será un lastre, pero el menor crecimiento de los salarios nominales en comparación con otras economías de Europa Central y Oriental y la depreciación del tipo de cambio favorecerán la competitividad. Por el lado de los activos, el retraso de la economía creará un viento en contra para el tipo de cambio, lo que podría frenar la tendencia a la apreciación frente al euro de nuestra previsión de referencia, impulsada principalmente por el diferencial de crecimiento previsto», sostiene Dvorak.

Por último, el analista admite que la estricta política fiscal se verá compensada en cierta medida por el desembolso de los 192.000 millones de coronas checas (2,8% del PIB de 2022) asignados a los fondos europeos Next Generation de reconstrucción tras el covid. Sin embargo, concluye, dado el importante sesgo de estos fondos hacia la inversión pública, es poco probable que esto estimule significativamente la demanda a corto plazo.

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