Morir de hambre en la era de la inteligencia artificial: por qué 839 millones de personas no pueden comer dignamente
Cuando haya terminado de leer las líneas de este párrafo, al menos 10 personas en el mundo habrán muerto de una de las causas más crueles que nos hayamos permitido nunca: de hambre. Porque cada 4,25 segundos, según el cálculo de 238 organizaciones humanitarias en 2022, alguien pierde la vida por la falta de alimentos. En pleno siglo XXI —el de mayor desarrollo tecnológico que jamás hayamos visto, en el que hemos enseñado a las máquinas a hablar, en el que se ha descubierto la existencia de agua en Marte, en el cual hemos podido observar planetas gigantes fuera de nuestro sistema solar—, aún no hemos dado con la tecla para evitar que millones de seres humanos se vayan a la cama con el estómago vacío.
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Gestionar mejor los desperdicios
En el mundo hay comida para todos. Mientras la producción de alimentos se ha multiplicado al menos 3,6 veces desde hace 70 años, la población lo ha hecho solo 2,5 veces. “La causa del hambre y la desnutrición es la pobreza”, afirma la OCDE. Para lograr un mayor acceso, dice la FAO, hay que incentivar la movilidad de los alimentos, usar nuevas tecnologías para producir, tener un consumo más eficiente de los insumos (hasta un 50% de los fertilizantes se derrochan) y desperdiciar menos. Unos 1.300 millones de toneladas (útiles para alimentar a 3.000 millones de personas) van a la basura al año. En los países más pobres se desperdicia en la producción y el almacenamiento. Los monocultivos de una sola cosecha son muy vulnerables a las plagas. En el norte global se hace al final de la cadena. “Los consumidores esperan productos inmaculados, siempre de temporada y perfectos”, dice Raj Patel, estudioso de la crisis alimentaria. En España, cada ciudadano tira 28,21 kilos. “Esto se podría reducir cambiando el comportamiento de la gente”, comenta Máximo Torero.