Matilde Fernández: «La soledad no deseada afecta más a los jóvenes, los mayores no somos tan frágiles»
«Los mayores no somos tran frágiles como parece» explica a Público la ex ministra de Asuntos Sociales y presidenta del Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada, Matilde Fernández, a la hora de valorar el último Barómetro de su organización sobre este problema social que cada vez afecta a más personas, sobre todo a los jóvenes.
Mientras que la percepción de la sociedad, según se desprende de la encuesta del CIS sobre los mayores, es que la soledad es un problema de las personas de más edad, el Barómetro de la Soledad no Deseada en España indica que este sentimiento está especialmente extendida entre la juventud. La prevalencia en los jóvenes, de hecho, supera en 14 puntos porcentuales a la media y va decreciendo con la edad hasta alcanzar el valor mínimo en la franja de 55 a 74 años.
Es verdad, puntualiza Matilde Fernández, que «en los mayores más vulnerables a partir de los 80 años, con más dependencia, problemas de salud y el miedo a quedarse solos si les pasa algo, vuelve a resurgir esa sensación de soledad, pero tampoco en todos los casos porque cada vez vivimos más años y en mejores condiciones».
Este estudio también encuentra a menudo una relación entre edad y soledad no deseada en forma
de U. Es decir, que la soledad es más frecuente entre las personas más jóvenes, menor en la
edad adulta media, y más común entre las personas de edad muy avanzada y cuando se sienten por su dependencia más vulnerables.
Otro dato importante es que el número de personas mayores de 65 años que viven solos se ha disparado un 22 por ciento en 20 años. Los hogares unifamiliares en esta franja de edad superan ya los dos millones, y en un 70% de ellos reside una mujer, según el último censo de población y viviendas del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Cómo luchan los mayores contra la soledad
Las personas mayores luchan contra la soledad, especialmente las mujeres, con la participación en actividades sociales, el voluntariado, el mantenimiento de redes de apoyo y el uso de recursos locales. La red de amigas, de la que habla la presidenta de la Asociación de Mujeres por un Envejecimiento Saludable (AMES), Mariqueta Vázquez, también permite que las mayores se sientan más acompañadas, organicen actividades conjuntas e incluso viajes.
«Esta red es muy útil siempre y especialmente cuando necesitas cuidados, que te acompañen al médico o si estás enferma», explica Vázquez, que asegura que incluso es muchas veces más eficaz que la ayuda que puedan prestar los hijos «que están ocupados y a veces viven lejos». Vázquez recuerda que para el ocio y el día a día estos grupos «te llenan la vida».
Matilde Fernández confirma la importancia de esa red y recuerda, en este sentido, el estudio que hizo la Universidad Complutense sobre cómo perciben los mayores quiénes son sus grandes aliados: «hay una relación emotiva e intensan con los vecinos, a veces incluso mayor que con los hijos, que no siempre pueden acompañarles, aunque quisieran».
Matilde Fernández: «La soledad no deseada se cura haciendo barrio»
La ex ministra defiende que «la soledad no deseada se cura haciendo barrio» y explica, en este sentido, que «es fundamental para los mayores recuperar el movimiento vecinal, hacer teatro, que los centros comunitarios estén abiertos y vivos y que puedan encontrarse y convivir».
Resignación ante la soledad
Para poder actuar y prevenir las dificultades que acompañan a la soledad, por su parte, la Fundación la Caixa entrevistó a más de 14.000 personas mayores que acudían a sus centros sociales y de ocio y les preguntó, entre otras cuestiones, por sus sentimientos de soledad. Las respuestas pusieron de manifiesto que estas sensaciones eran muy frecuentes entre las personas mayores, y que aproximadamente en una de cada seis la experiencia de soledad era muy grave. Factores como el género o el nivel de estudios influían en estas percepciones. Para contrarrestar estos sentimientos, las personas mayores ponían en marcha diversas estrategias, incluidas estrategias proactivas y una visión positiva de la soledad.
Sin embargo, precisamente las personas que experimentaban sentimientos de soledad más graves eran las que aplicaban en mayor medida estrategias basadas en la resignación y aceptación pasiva de su situación.
El gerontólogo Javier Yanguas ya destacó en este estudio de la Fundación La Caixa que la cara más visible de la soledad es sentir que no se cuenta con personas a las que poder recurrir o confiar en caso de necesidad.
La soledad es un problema social y de salud pública de primera magnitud. Además de afectar al bienestar psicológico de las personas, su presencia se asocia con peores niveles de salud y mayor riesgo de mortalidad, según este especialista.
Analizar la soledad no es fácil porque se trata de un fenómeno complejo. En primer lugar, se ha de diferenciar la percepción de soledad (sentirse solo) de la falta objetiva de contactos sociales (aislamiento social). La percepción de soledad puede referirse también a echar de menos la compañía de otros (soledad social) o a no contar con personas en las que confiar y acudir en caso de necesidad (soledad emocional). Y el aislamiento social puede referirse a la red de amigos o a la red familiar.
Teniendo en cuenta estas diferencias, este estudio de La Caixa muestra que tanto la percepción de soledad (en su dimensión emocional) como el riesgo de aislamiento social (la falta de amigos) afectan a una de cuatro personas adultas en nuestro país. Si se combinan ambos aspectos, un 43,6% de los participantes en el estudio se encontraban en riesgo de aislamiento social o bien se sentían solos.














