Los científicos avisan del sobrecoste en las flotas por la migración de especies
El ejemplo más claro de que los efectos del cambio climático para las pesquerías son evidentes está muy cerca. A pie de las rías gallegas, donde la subida de la temperatura del agua está modificando la distribución de los hábitats adecuados para la cría del mejillón; o en las principales zonas de captura de sardina, una especie que come peor por la reducción de la medida del plancton. «Los análisis históricos destacan cambios claros en la distribución de poblaciones de peces comercialmente importantes en mares regionales a ambos lados del Atlántico norte asociados con cambios en la temperatura y otros factores físicos y biogeoquímicos», remarcan los autores de un nuevo estudio científico de investigadores europeos publicado en la revista Global Change Biology que evidencia un nuevo mapa para la pesca comercial por el calentamiento del mar con «una transformación drástica» de la abundancia de pescado y su distribución durante las próximas décadas.
Se analizaron 18 especies clave de gran tirón comercial —desde la sardina, al bacalao, pasando por la llampuga (también denominado dorado o pez limón)— en siete regiones marinas diferentes. En un escenario de altas emisiones, la biomasa de estas especies podría reducirse en más de un 40% hacia el año 2100, con importantes consecuencias para la pesca y las economías costeras. «A medida que el planeta se calienta, también lo hacen las aguas que bañan nuestras costas, alterando el equilibrio de los ecosistemas marinos», señala el Institut Mediterrani d’Estudis Avançats de Mallorca (IMEDEA, CSIC-UIB), uno de los centros participantes en el estudio coordinada por el Laboratorio Marino de Plymouth.
Algunas especies migrarán hacia otras regiones en busca de condiciones más favorables, otras disminuirán drásticamente, y unas pocas podrían prosperar. La pesca, actividad vital para muchas comunidades, «se enfrenta así a un futuro incierto». A diferencia de estudios anteriores centrados en la biomasa total, este trabajo «se enfoca en especies concretas de interés comercial y en escalas regionales, lo que permite anticipar con mayor precisión los impactos del calentamiento en cada zona pesquera».
Las conclusiones muestran una tendencia clara: especies de aguas frías como el arenque, el bacalao o el eglefino podrían reducirse drásticamente en el Mar del Norte, con pérdidas de hasta el 80% en escenarios de calentamiento intenso. Por el contrario, algunas especies de aguas cálidas del Mediterráneo, como la llampuga, podrían beneficiarse si su pesca se gestiona adecuadamente y es posible que aumente también la anchoa en el Golfo de Vizcaya.
Uno de los hallazgos más relevantes es la migración de especies hacia nuevas zonas geográficas, «siguiendo sus rangos de temperatura preferidos». En el Atlántico Nororiental, el arenque podría desplazarse hasta 400 kilómetros al norte para el año 2100, mientras que en el Mediterráneo los cambios se darían de este a oeste, dependiendo de la especie. «Estos desplazamientos pueden ser incluso más problemáticos que la caída en la abundancia», advierte Sévrine F. Sailley, investigadora del Laboratorio Marino de Plymouth y autora principal del estudio. «Obligan a los pescadores a recorrer mayores distancias, lo que implica más costes, más tiempo en el mar —añade— y una adaptación forzosa a nuevas especies».
El estudio deja claro que la adaptación a esta nueva realidad es posible. «Pero solo —matiza— si se implementan estrategias de gestión innovadoras y con visión de futuro». Los investigadores apelan a la cooperación entre países para «gestionar poblaciones que migran entre zonas económicas exclusivas» y a «nuevos métodos de pesca, mercados y formación».
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