La presión de China con las tierras raras deja a Estados Unidos peligrosamente expuesto
China, que controla entre el 85% y el 90% de la capacidad mundial de procesamiento de tierras raras, introdujo las nuevas medidas mediante una serie de comunicados del Ministerio de Comercio que afectan a las tierras raras, las tecnologías de procesamiento, las baterías y los materiales superduros, con la mayoría de ellas entrando en vigor el 8 de noviembre.
En respuesta, Trump amenazó con imponer un arancel adicional del 100% sobre el gravamen del 30% ya aplicado a todas las importaciones chinas a partir del 1 de noviembre, mientras ponía en duda la reunión prevista con Xi Jinping durante la cumbre del APEC el 31 de octubre.
Los mercados reaccionaron bruscamente, borrando más de 1,5 billones de dólares en valor en apenas dos días. Este intercambio, que se produce en medio de medidas previas de Estados Unidos, señala un cambio hacia una mayor bifurcación de las cadenas de suministro, con implicaciones más amplias para el comercio global.
Una diferencia clave respecto a las acciones anteriores radica en el alcance de los controles chinos de octubre en comparación con los de abril de 2025. Las medidas de abril se centraron en siete tierras raras, principalmente en exportaciones de materias primas, y provocaron escaseces temporales que se mitigaron mediante varias negociaciones bilaterales presenciales entre mayo y mediados de septiembre, con un impacto relativamente limitado en las empresas globales dependientes de tierras raras para vehículos eléctricos (EVs), semiconductores y equipamiento militar de precisión.
En cambio, el endurecimiento reciente amplía los controles a cinco tierras raras pesadas esenciales para imanes de vehículos eléctricos y municiones guiadas con precisión, además de extender las restricciones a tecnologías de refinado, equipos y productos que contengan tan solo un 0,1% de tierras raras procesadas en China.
Ahora se requieren licencias de exportación, que serán denegadas automáticamente en casos de aplicaciones militares o de doble uso.
Además, los controles incluyen elementos extraterritoriales, como las normas sobre “personas chinas”, que prohíben a los nacionales chinos participar en actividades relacionadas con las tierras raras en el extranjero sin aprobación gubernamental, una disposición similar a las restricciones de “personas estadounidenses” aplicadas por EE. UU. en tecnologías sensibles.
Esto refleja la regla estadounidense del “producto directo extranjero” y podría conducir a la creación de una “Lista de Entidades” china para vigilar a los usuarios finales globales, ampliando la aplicación de las normas más allá de las fronteras de China.
Estas disposiciones afectan a cadenas de suministro más amplias, en especial a las industrias que dependen de las tierras raras para imanes, láseres y procesos de grabado.
El impacto se dejará sentir en numerosos sectores, particularmente en Estados Unidos.
Hasta un 30% de las iniciativas del Pentágono, incluidos los aviónicos del F-35, podrían sufrir retrasos por la escasez de tierras raras. El gigante aeronáutico y contratista de defensa Boeing también podría enfrentar problemas de producción por el acceso limitado a imanes especializados.
En el sector de los semiconductores, empresas como Nvidia, Intel y Apple podrían ver un aumento de costes de alrededor del 25%.
El sector de los vehículos eléctricos, incluidas Tesla, Ford y GM, afronta posibles reducciones de producción del 15% al 30% por falta de suministros.
Más allá de Estados Unidos, compañías europeas como Airbus, y fabricantes de automóviles como Volkswagen, Hyundai y Toyota, junto con la fabricante de chips TSMC de Taiwán, también se verán significativamente afectadas.
El provocador momento elegido por China, justo antes de la cumbre de APEC, parece estar vinculado a las recientes acciones estadounidenses y, potencialmente, a acontecimientos relacionados con Taiwán.
El 29 de septiembre, el Departamento de Comercio de EE. UU. implementó la “Regla de Filiales”, que amplía las restricciones de la Lista de Entidades a aquellas compañías propiedad en un 50% o más de empresas ya listadas, limitando las tácticas chinas de evasión.
Ese mismo día, el Senado aprobó la Ley BIOSECURE como enmienda a la Ley de Autorización de Defensa Nacional, prohibiendo la adquisición de biotecnología estadounidense a empresas chinas designadas.
También avanzó la Ley FIGHT China, que bloquearía inversiones estadounidenses en los sectores chinos de semiconductores, inteligencia artificial y computación cuántica. Estas medidas reflejan un impulso bipartidista hacia la seguridad económica.
Taiwán podría representar otra capa de preocupación para China, lo que ayuda a explicar la escalada repentina.
El 30 de septiembre, el secretario de Comercio estadounidense Howard Lutnick propuso una división “50-50” en la producción de chips para aumentar la fabricación doméstica estadounidense y reforzar la seguridad de Taiwán.
Sin embargo, Taiwán rechazó el plan, alegando riesgos para su “escudo de silicio” y señalando que TSMC solo tiene previsto ubicar el 20% de su producción avanzada en Arizona para 2030.
Aun así, China probablemente esté preocupada por la posibilidad de que Taiwán transfiera su tecnología avanzada de chips y sus capacidades a Estados Unidos.
Además, las disposiciones extraterritoriales de los nuevos controles de exportación chinos podrían afectar las ventas de chips de TSMC a empresas estadounidenses, al requerir licencias de Pekín para materiales esenciales.
Una eventual inclusión de TSMC en una lista de entidades china complicaría aún más la cadena de suministro de IA estadounidense.
Aunque los funcionarios chinos han comenzado a mostrar disposición a reanudar negociaciones y reducir tensiones, la respuesta inicial de China a la amenaza de Trump de imponer un arancel adicional del 100% incluyó:
- una investigación antimonopolio sobre Nvidia por sus prácticas con chips de IA,
- inspecciones portuarias intensificadas sobre semiconductores de Nvidia y Qualcomm en Shanghái y Shenzhen,
- y nuevas tasas sobre buques vinculados a EE. UU.
De cara al futuro, incluso si se alcanza una nueva tregua para salvar la reunión presencial Trump-Xi este mes en Seúl, la creciente desconfianza y las posibles consecuencias significativas de la guerra de controles de exportación probablemente aceleren la bifurcación de las cadenas de suministro.
A medida que Estados Unidos sufra escasez de tierras raras, o la amenaza de ella, es probable que aumente la inversión en fuentes alternativas y capacidades de refinado.
Por su parte, China seguirá reduciendo su dependencia de la tecnología y del mercado estadounidense, acelerando su impulso hacia una mayor autosuficiencia.
Las empresas globales, especialmente en los sectores de semiconductores, vehículos eléctricos y defensa, afrontarán mayores costes mientras se adaptan a sistemas paralelos.














