“esta estafa me hizo perder 4.400€ y casi me lleva al suicidio”
Buscar un ingreso extra desde casa es algo a lo que muchos suelen recurrir cuando no llegan a fin de mes. Sin embargo, esto fue el principio del desastre para Sara Torrijos. En diciembre de 2023, esta empresaria digital y madre de dos hijos con un trabajo estable, pero con un sueldo que no llegaba a todas sus necesidades, fue víctima de una estafa digital disfrazada de “trabajo fácil” para dar ‘likes’ a vídeos en YouTube. Como resultado perdió 4.400 euros, tuvo que recurrir a microcréditos y vaciar el sueldo familiar, y durante meses ocultó la ruina a su familia.
Todo comenzó con una propuesta que parecía sencilla y real: “Me contactaron de una agencia que se dedicaba a darle likes a los vídeos de YouTube”, recuerda en un reciente vídeo en TikTok. “La primera tarea fue ver un vídeo y mandar una captura. Me pagaron 10 euros en Bizum al momento”. Desde ese momento, el contacto pasó a Telegram, donde un grupo con miles de usuarios y supuestos asesores coordinaba nuevas tareas y ofrecía ganancias superiores a 1.200 euros al día.
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Así funciona el fraude de los ‘likes’ en YouTube
La estructura del fraude estaba diseñada para aparentar normalidad y premiar la confianza. Las primeras tareas reportaban pequeñas cantidades de dinero, siempre con pagos puntuales que demostraban la legitimidad el sistema, “pero pronto me exigieron una ‘prepaga’ para ganar más”, explica la afectada. Sara tenía que adelantar pequeñas sumas de dinero, “primero 30 euros, después 50, luego 120, 180, 550…”.
La trampa estaba perfectamente calculada. Según comprobaba, otros miembros del grupo compartían capturas de pantalla con comprobantes de ingresos, generando la sensación de que todo era real y de que ella simplemente formaba parte de una comunidad de trabajadores online.
Los pagos empezaron a ser más recurrentes, cada vez le pedían más dinero y la presión se multiplicaba cada vez que Sara intentaba frenar o hacer preguntas. Las supuestas ganancias que le prometían nunca llegaban. Tras cada prepago, surgían nuevas condiciones y excusas para bloquear el dinero acumulado: “Al principio ganaba algo y me devolvían el dinero, pero luego me decían que había hecho mal la tarea y que tenía que pagar más para recuperarlo”, explica.
“Me metí en un jaleo increíble”
Sara estaba convencida de que tenía una oportunidad de recuperar lo perdido: “Devolví recibos de alquiler, pedí microcréditos, usé parte del sueldo de mi marido… Solo pensaba en recuperar el dinero. Era una obsesión”, lamenta. El día que el grupo le exigió 2.500 euros y no tenía ese dinero, recurrió a todo lo que pudo:
“Pedí dinero prestado, devolví recibos, ya no me quedaba nada. Y después me pidieron 5.000 euros más para poder sacar todo el dinero. Ahí me vine abajo. Me puse a llorar como una loca, pero en silencio, porque nadie sabía nada”.
La trabajadora llegó al límite. “No es que no perdiera tanto dinero, es que perdí dinero que no tenía, dinero que había pedido prestado. Me metí en un jaleo increíble”, reconoce ahora, un año después, tras conseguir salir del agujero. No fue solo un golpe económico. La ansiedad, el aislamiento y el miedo a reconocer lo ocurrido le pasaron una factura mucho más alta.
Pensó en quitarse la vida
Durante semanas, ocultó la situación a su familia y vivió obsesionada con la idea de recuperar el dinero, atrapada en una dinámica que ella misma define como “ir en piloto automático, como un zombi”.
Cuando decidió contarlo, la situación era ya insostenible. “El mismo día de Reyes me siento con mi marido y le digo: ‘no hay dinero, me ha pasado esto’”. Entonces llamó al banco, presentó una denuncia en la comisaría, llevó la denuncia al banco y pidió que no liberaran el dinero. La entidad bancaria retuvo parte del dinero durante cuatro días, pero terminó liberando los fondos a los estafadores, pese a la denuncia y la advertencia de fraude. “El banco me dijo que yo había aceptado esos pagos y que no me podían devolver el dinero”, relata, “les supliqué que no lo liberaran, pero lo hicieron igualmente”.
Sara lo cuenta un año después, todavía con la herida abierta y lamenta, sobre todo, la falta de protección y de respuesta institucional. Dice que tiene constancia de que los bancos disponen de seguros para cubrir este tipo de estafas “porque tengo amigos que trabajan en bancos”. Sin embargo, “a los clientes nos dejan tirados”, cuenta indignada. Además, cuando buscó asesoramiento legal, descubrió que la denuncia en comisaría no era suficiente y habría sido necesario presentar una querella.
El golpe fue más allá de lo económico. A lo largo de 2024, la familia atravesó problemas económicos graves. Sara perdió el trabajo, y la presión por las deudas provocó crisis personales y familiares. Solo el apoyo de sus padres, suegros y hermana, y la voluntad de no hundirse, le permitieron salir adelante. Confiesa que hubo momentos en los que estuvo “a punto de” no poder más.
“Necesitamos que los bancos corten los pagos cuando avisamos de una estafa”
Sara dirige su queja, sobre todo a los bancos y a la falta de reacción de las instituciones. Insiste en la necesidad de que existan mecanismos que protejan a las víctimas cuando alertan de una estafa. En su caso, pidió varias veces al banco que no liberara el dinero mientras estaba retenido, pero no la escucharon. “Necesitamos un mecanismo de corte en los bancos, de que si yo también te digo que es una estafa, no se libera ese puto dinero”, reclama.
Y lanza un aviso a sus seguidores y posibles futuras víctimas: “Por favor, tened mucho cuidado, nadie da duros a pesetas, sé que suena muy lógico, pero estas cosas cuando no puedes llamar a la persona, cuando no puedes hablar con la persona en videollamada, parece muy real, pero no lo es, de verdad que no lo es”, concluye.









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