España, ¿laboratorio de la banca europea?

España, ¿laboratorio de la banca europea?



Tras la crisis de 2008, la banca española ocupaba un lugar delicado: los rescates, las pérdidas en las cajas de ahorro y las fusiones forzadas generaron desconfianza y un debate limitado a expertos y medios financieros. Hoy, la OPA del BBVA al Sabadell ha cambiado ese escenario. Lo que antes era un asunto técnico y especializado se ha convertido en tema cotidiano: tertulias televisivas, análisis en prensa, debates en redes y comentarios de pequeños accionistas y clientes. Casi nadie ha permanecido al margen: economistas, políticos y ciudadanos han tomado posición sobre la operación, evaluando si era conveniente, arriesgada o cargada de significado simbólico.

La irrupción de la OPA en la agenda pública ha tenido efectos inmediatos sobre la percepción y las decisiones de la entidad. Muy probablemente la cobertura mediática permanente se ha convertido en el principal problema para el BBVA, que no tuvo en cuenta en su estrategia que la OPA, más allá de la viabilidad financiera, debía tener en cuenta la legitimidad y la reputación frente a la opinión pública y los reguladores. La atención generalizada y el ciclo de retroalimentación entre prensa, debates y comentarios ciudadanos reforzaron la percepción de la OPA como un hito decisivo para la banca española, consolidando su importancia más allá de los balances contables y los informes trimestrales.

«La OPA sobre el Sabadell era un intento de equilibrar su negocio: reforzar la base europea del BBVA para compensar los riesgos de sus filiales»

El BBVA, uno de los pilares del sistema bancario español, lanza una oferta pública de adquisición al Sabadell. En apariencia, una fusión que consolidaría tamaño, reduciría costes y reforzaría la presencia doméstica frente al Santander. Pero la operación revelaba tensiones más complejas e impredecibles. Se trataba de la paradoja de un banco global que necesitaba reafirmar su identidad europea, y de un sistema financiero europeo que aún no sabe cómo producir campeones continentales.

BBVA tiene su sede en Madrid, pero sus resultados dependen en gran medida de México y Turquía. La mitad de sus beneficios provienen del mercado mexicanodonde el banco ha construido un liderazgo indiscutible; un 10% adicional proviene de Turquía. España, su país de origen, representa solo una fracción del beneficio total. En este contexto, la OPA hostil al Sabadell era un intento de equilibrar su negocio: reforzar su base europea para compensar los riesgos de sus filiales emergentes.

Una OPA que se topa con la realidad

Cuando el BBVA anunció su intención de adquirir el Sabadell, esperaba una integración relativamente sencilla. Pero pronto se encontró con obstáculos regulatorios, políticos y sociales. Los accionistas minoritarios del Banco Sabadell cuestionaron la oferta y la consideraron insuficiente. Los sindicatos alertaron del riesgo de despidos masivos, y los gobiernos autonómicos —sobre todo en Catalunya— se mostraron cautelosos ante la posible pérdida de control local.

El Gobierno español intervino imponiendo condiciones que limitaban la fusión durante al menos tres años, una decisión diseñada para proteger el interés general (algunos dicen que para dejar el marrón al próximo gobierno), pero que complicó la operación. BBVA, que buscaba sinergias rápidas y claras, se encontró con que la integración debía esperar, generando dudas sobre la viabilidad y el retorno económico de la operación.

La OPA se convirtió, así, en un espejo: el BBVA aspira a reforzar su identidad europea, pero sus pretensiones chocan con la sensibilidad local y la fragmentación del sistema regulatorio español y europeo.

Sabadell y el poder de las pymes

Mientras el BBVA se trataba de consolidar su tamaño, el Sabadell respondió con una estrategia de defensa ingeniosa. La entidad puso el foco en su liderazgo en el segmento de las pymes, un nicho donde su presencia y experiencia son distintivas. Su relación con estas empresas ha demostrado ser rentable y resiliente, permitiéndole mantener relevancia pese a la presión de los grandes bancos.

«La banca europea puede ser competitiva sin necesidad de crecer solo por tamaño: puede hacerlo ofreciendo servicios diferenciados»

Además, Sabadell vendió su filial británica, TSB Bank, al Santander. Esta operación no solo proporcionó liquidez y concentración de recursos, sino que también dejó claro que su apuesta estratégica no depende de la expansión internacional indiscriminada, sino de la especialización y la proximidad con su clientela principal. El mensaje implícito es que la banca europea puede ser competitiva sin necesidad de crecer solo por tamaño: puede hacerlo ofreciendo servicios diferenciados, adaptados a las necesidades locales y replicables en otros mercados mediante su modelo de negocio.

La ilusión de los campeones europeos

La OPA se enmarca en un contexto europeo más amplio de fusiones y consolidaciones. En paralelo, UniCredit intentó aumentar su participación en Commerzbank, un movimiento que habría creado un verdadero campeón transnacional, pero tuvo que enfrentarse a la resistencia política alemana. Un enfrentamiento que subraya la paradoja europea: el continente desea campeones globales, pero las fronteras políticas y regulatorias dificultan cualquier integración real. En este caso concreto, hay que tener en cuenta que el Estado alemán llegó a tener un 14% del banco cuando tuvo que ser intervenido durante la crisis financiera.

Lo más paradójico es que parte de las plusvalías obtenidas por el BBVA en la venta de activos en Estados Unidos —unos 9.500 millones de euros— podrían haberse destinado a una expansión más ambiciosa en Europa. Estas ganancias extraordinarias ofrecían al banco un colchón de liquidez suficiente para adquirir entidades estratégicas en mercados clave. UniCredit, por ejemplo, ha seguido precisamente ese camino, consolidando su presencia europea mediante la compra de un banco belga y otra entidad en Polonia. Desde el BBVA, en cambio, se optó por priorizar la consolidación interna y la digitalización, dejando pasar la oportunidad de reforzar su perfil continental. 

Mientras el Santander logró enraizarse en el Reino Unido con la compra de Abbey National años atrás, el BBVA prefirió por no hacerlo, perdiendo la oportunidad de fortalecer su perfil europeo

También la venta de los activos en los Estados Unidos podrían haber sido para que el BBVA comprara la filial británica de Banco Sabadell, pero fue el Banco Santander, ya en medio de la OPA, quien compró el TSB por 2.650 millones de libras (aproximadamente 3.100 millones de euros). 

«Mientras que el Santander se ha convertido en un banco europeo con presencia global; el BBVA es un banco global con pasaporte europeo»

Hoy, la comparación es ilustrativa: el Banco Santander se ha convertido en un banco europeo con presencia global; BBVA es un banco global con pasaporte europeo. La operación puede verse como un intento de equilibrar esta dicotomía: recuperar la relevancia europea que una vez se dejó pasar.

La paradoja de la escala

BBVA y Sabadell, por tanto, representan dos visiones opuestas de la banca europea. El banco vasco apuesta por la escala y la diversificación internacional; el catalán, por la especialización y la relación con pymes. En un mercado fragmentado como el español —y europeo en general— ambas estrategias tienen méritos y limitaciones.

La concentración bancaria promete eficiencia, reducción de costes y mayor capacidad de inversión en tecnología. Pero también genera riesgos: disminuye la competencia, puede afectar la financiación de pequeñas empresas y aumenta la vulnerabilidad sistémica. La OPA no resolvía estas tensiones: solo hubiera consolidado un oligopolio doméstico mientras Europa sigue sin contar con bancos verdaderamente paneuropeos.

Riesgo, legitimidad y reputación

El fracaso de la OPA tiene costes elevados para la entidad de Carlos Torres. No se trata únicamente de recursos financieros, sino de reputación y legitimidad. La percepción de agresividad frente al Sabadell ha erosionado la confianza de los clientes, inversores y reguladores, algo que el BBVA ha tratado de equilibrar con discursos sobre modernización, digitalización y responsabilidad corporativa.

El Sabadell, por su parte, ha demostrado que la resistencia no solo es posible, sino estratégica. Al concentrarse en su especialización y vender activos no esenciales, la entidad ha mostrado que existe un camino alternativo para sobrevivir y prosperar en Europa: apostar por la excelencia en nichos específicos, más que por la pura escala.

¿Qué significa ser un banco europeo?

La historia del BBVA y el Sabadell ilustra una pregunta mayor: ¿qué define a un banco europeo? La respuesta formal es sencilla: sede, regulación, cotización en bolsa europea. La respuesta funcional es mucho más complicada: depende de dónde se generan los ingresos, de la exposición al riesgo, del compromiso con la economía local y de la integración real con el sistema financiero continental.

«La visión europea del BBVA se proyecta a través de operaciones como esta OPA, pero su esencia sigue marcada por mercados exteriores»

El BBVA cumple los requisitos formales, pero sus beneficios dependen de economías emergentes. Su identidad europea se proyecta a través de operaciones como la OPA, pero su esencia sigue marcada por mercados exteriores. El Sabadell, en cambio, mantiene un perfil europeo por especialización y arraigo territorial, aunque no por tamaño.

Europa, mientras tanto, sigue sin resolver la tensión: quiere campeones continentales, pero protege a los nacionales. Quiere integración, pero se aferra a las competencias locales. Quiere eficiencia, pero teme concentración. Esta incoherencia define el sistema bancario europeo contemporáneo.

¿Y ahora qué? 

La OPA del BBVA podría pensarse como un reflejo de las paradojas de la banca europea. Un banco global busca legitimidad local; un banco especializado busca independencia y replicabilidad; los gobiernos protegen intereses nacionales mientras predican integración; los reguladores equilibran competencia y estabilidad.

El resultado, hasta ahora, es una operación incompleta, un fracaso relativo que deja lecciones claras. La entidad vasca debe decidir si seguirá siendo un banco global con raíces europeas o si reforzará su identidad continental. 

Sabadell debe consolidar su ventaja en las pymes y demostrar que la especialización puede ser compatible con la escala. Y esto podría pasar por convertir su especialización en crédito a pymes en la base de una estrategia de crecimiento genuinamente europea. Su modelo, forjado en el acompañamiento financiero a pequeñas y medianas empresas, constituye una ventaja que se puede proyectar a nivel europeo en mercados como Italia o Alemania, exportando su cultura de proximidad, su sofisticado análisis de riesgo y su conocimiento del tejido productivo. Así, el Sabadell podría situarse como un actor de integración, ayudando a construir una verdadera unión bancaria que combine rentabilidad privada con valor social añadido.



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