Es la economía… y también la autonomía estratégica
¿Por qué debe Europa marcarse un objetivo climático ambicioso? / Agencias
La Comisión Europea acaba de presentar su propuesta de objetivo de descarbonización de la Unión Europea a 2040: reducción del 90% de las emisiones respecto a las de 1990. Además, este objetivo sirve como vía para alcanzar la meta establecida por ley de llegar a la neutralidad climática en 2050.
Ha habido bastante debate entre los que defienden posiciones más ambiciosas y otros que quieren objetivos más laxos. Al final se ha llegado a una solución de compromiso con la reducción del 90% pero permitiendo que un 3% pueda lograrse con proyectos desarrollados fuera de la UE. Esta solución ha dejado a todos más o menos satisfechos.
¿Por qué debe Europa marcarse un objetivo climático ambicioso?
Las políticas de descarbonización son buenas para la UE no solo por medio ambiente, sino también por autonomía estratégica y, sobre todo, por economía.
Una de las principales características de la economía de la UE es que depende prácticamente al 100% de la importación para cubrir sus necesidades de combustibles fósiles: petróleo para transporte y gas para la industria y edificios. Y los combustibles fósiles representan el 75% de todas las necesidades energéticas.
El único sector en el que hay fuentes de energía autóctona significativas es el eléctrico, donde los grandes países ya generan más de un 60% de su electricidad con renovables y nuclear
Esta dependencia energética exterior, además de países inestables políticamente, supone riesgos muy importantes. Ya estamos viendo cómo se materializan muchos de ellos, con impactos muy negativos en nuestra economía y nuestra independencia estratégica.
En primer lugar, los shocks de precios de las energías fósiles causan costes inasumibles para nuestra economía. Ya lo estamos sufriendo con la guerra en Ucrania que, según un estudio del Instituto de Economía Mundial de Kiel (IfW), ha tenido un coste para Europa de 70.000 millones de dólares entre 2022 y 2026.
Y dada la actual tendencia geopolítica, es cada vez más evidente que estos riesgos van a más. Otro ejemplo claro de riesgo geopolítico es la situación en Oriente Medio.
Además de riesgos, la importación de combustibles fósiles tiene un impacto directo muy negativo en el PIB. La Unión Europea importó más de 360.000 M€ en 2024 en combustibles fósiles, más de un 15% de todas las importaciones y equivalente a 1/3 del PIB español. Todo esto representa una salida de euros de nuestra economía europea, que es una transferencia de renta y riqueza hacia los países productores.
Sin embargo, el dinero invertido en energía renovable se queda casi todo en nuestra economía generando inversión, empleo y riqueza (por ejemplo, menos del 20% de la inversión en un parque fotovoltaico se destina a importar los paneles fotovoltaicos; y prácticamente el 100% de la inversión en energía eólica se queda en nuestra economía).
Con respecto al impacto ambiental de la quema de combustibles fósiles, es cierto que las emisiones de CO2 y su impacto en el calentamiento global es una cuestión global, pero hay otros impactos locales y regionales específicos, como la contaminación del aire, responsable de más de 350.000 muertes prematuras anuales en la UE y que provoca costes directos de más de 100.000 M € anuales en nuestra economía solo en costes directos, como costes sanitarios o pérdida de productividad laboral.
Estos impactos tan negativos, causados por un sistema económico basado en combustibles fósiles, nos “empujan” a cambiarlo por otro renovables que sea más seguro y sostenible. Además, este cambio representa oportunidades muy importantes para la economía europea.
Dada la espectacular revolución tecnológica de los últimos años, muchas tecnologías sin CO2 son más competitivas, como las renovables en generación eléctrica, los vehículos eléctricos o las bombas de calor para calentar las casas o determinados procesos industriales. En este sentido, la descarbonización de la economía europea aumenta la competitividad de nuestra economía y nuestra industria.
Esta transición energética está produciendo una auténtica revolución industrial global, con enormes oportunidades industriales de fabricación de energías renovables, vehículos eléctricos, redes eléctricas, baterías, bombas de calor, etc. Algunas son nuevas industrias y otras sustituirán a ya existentes.
Observamos una competencia global por aprovechar estas oportunidades. Las grandes economías están utilizando las políticas climáticas como palancas industriales para atraer la economía y empleo, generando riqueza para sus ciudadanos.
Si esto es bueno para la UE, es especialmente positivo para España, que es uno de los países de Europa con mejores recursos renovables de la UE, lo que representa una significativa ventaja competitiva y una oportunidad histórica para liderar, atraer inversión, crear empleo y generar prosperidad industrial.
Tenemos un ejemplo muy claro en China, que supo ver esta oportunidad hace 15 años y está apostando claramente por la descarbonización como vía a mejorar su situación energética y como motor de crecimiento económico. Más de la mitad de las energías renovables que se instalan y más de la mitad de los coches eléctricos que se venden en el mundo se instalan y se venden en China. Y, sobre todo, está sabiendo aprovechar las oportunidades industriales y económicas, liderando en la actualidad la fabricación de equipos para generación eléctrica con renovables, de baterías para vehículos eléctricos, de bombas de calor o de equipos para la producción de hidrógeno verde.
Europa debe apostar por estos objetivos climáticos ambiciosos no solo por necesidad medioambiental, que también, sino por un claro interés estratégico de asumir el liderazgo industrial en todas las tecnologías globales, y por defender nuestra autonomía en un mundo cada vez más complejo… En un mundo inestable y en transición, la mejor estrategia es anticiparse.
Porque sí: es la economía. Y también la autonomía estratégica.














