¿Es el fin de la hegemonía del dólar?

¿Es el fin de la hegemonía del dólar?



¿Es el fin de la hegemonía del dólar?

El dólar es el gran hegemón de los intercambios transnacionales y esta influencia se remonta al siglo pasado. Tras dos guerras mundiales, las economías de los países europeos se quedaron destrozadas y los gobiernos se enfrentaron a la necesidad de reconstruir ciudades completas. La participación estadounidense desde el otro lado del Atlántico evitó su destrucción y le permitió fortalecer su economía al terminar la Segunda Guerra Mundial. Ante esta situación, Estados Unidos se convirtió en el principal acreedor del mundo y así, con un mundo en obras y con sus enemigos derrotados, el terreno estaba preparado para que el dólar asumiera el liderazgo de la economía global.

Los estadounidenses lo tenían claro y comenzaron a idear su papel protagonista antes de que se pusiera fin a la guerra. Fue con los acuerdos de Bretton Woods, firmados en 1944, donde se estableció que el dólar sería la principal divisa a nivel internacional. De esta forma, el dólar era la única moneda respaldada por oro mientras que el resto de divisas debían estar respaldadas por dólares. Este sistema se vino abajo en 1971 pero la hegemonía del dólar se mantuvo. La liquidez, la estabilidad y el gran tamaño de la economía estadounidense afianzaron el dólar como la divisa refugio de valor seguro.

El dólar ha mantenido su posición protagonista en el sistema monetario también durante el siglo XXI. En estas décadas la economía global ha tenido que hacer frente a importantes retos y el dólar ha defendido su posición en situaciones como la crisis financiera de 2008, la crisis del euro en 2012 o la pandemia de la covid-19 en 2020.

En la actualidad, el dólar sigue siendo la divisa más utilizada a nivel global, está presente en el 88% de las transacciones internacionales y aumenta su presencia en depósitos bancarios de países extranjeros. A pesar de su gran papel protagonista, hay algunos síntomas de erosión gradual. Principalmente en las reservas de divisas, donde el dólar se encuentra en su nivel más bajo desde hace dos décadas, representando el 59% de las reservas mundiales. Esto se debe a que los bancos centrales están dejando de priorizar el dólar y están diversificando hacia otras divisas y otros depósitos de valor como el oro. Según el Banco Central Europeo, el 40% de los bancos centrales tienen planteado aumentar sus reservas en renminbi, la moneda oficial de China.

Este indicio de desdolarización se debe a diversos motivos. Uno de ellos es la disminución de la confianza en la economía estadounidense y su estabilidad. Las fluctuaciones en las decisiones del presidente, la guerra comercial o las presiones a la Reserva Federal por parte de la Administración Trump han contribuido a esta pérdida de confianza. Este contexto interno, unido al aumento de credibilidad de otras potencias como China, desafían al dólar frente a nuevas divisas. Además de estas casuísticas, el año 2022 se señala como una fecha clave en el proceso de desdolarización.

La invasión rusa de Ucrania provocó una serie de sanciones financieras al Kremlin por parte de Estados Unidos y sus aliados. Entre estos paquetes se encontraban la prohibición de acceso al sistema de transacciones internacionales SWIFT, la congelación de activos rusos depositados en los bancos centrales de los países sancionadores o el fin a negociaciones con importantes personalidades rusas. Todo esto ha limitado las transacciones rusas en dólares y euros.

Estas sanciones económicas, utilizadas como herramientas de castigo de política exterior, causaron malestar entre las economías emergentes, principalmente entre los BRICS. Estos países, conscientes de la dependencia hacia el dólar y ante el temor de que Estados Unidos también congele sus reservas en dólares por cualquier desacuerdo, han decidido tomar nuevas iniciativas y han comenzando por reducir sus transacciones en dólares.

China parece decidida a liderar la desdolarización del sistema monetario global. Así, en 2023 consiguió que el yuan desbancara al dólar como la moneda más utilizada en sus transacciones internacionales. Fuera de sus fronteras, ha aumentado el porcentaje de las transacciones globales que utilizaron el yuan en 2024 alcanzando casi un 7% del total. Además, ha cerrado su primer acuerdo con Francia utilizando yuanes e, incluso, ha conseguido que algunas relaciones comerciales que no incluyen a China se realicen con su moneda, como es el caso de la compra del gas ruso por parte de Pakistán. 

De forma paralela, China ha diseñado su propio sistema de pagos transfronterizos, el CIPS. Esto ofrece a los países una vía alternativa al sistema SWIFT para realizar las operaciones transnacionales, aunque de momento no cuenta con un gran número de inversores.

Esta internacionalización del yuan es una buena noticia para China pero, al igual que ha pasado con la invasión rusa, el factor geopolítico está interconectado con las políticas monetarias. Si China decidiera invadir a Taiwán es probable que las potencias occidentales respondieron con sanciones financieras, lo que limitaría la expansión del yuan en el sistema monetario internacional. 

El euro, por su parte, a pesar de ser la segunda moneda más utilizada a nivel global, representando un 32% de las transacciones y el 20% en las reservas de divisas, tampoco es una amenaza directa para el dólar. Los expertos señalan la escasa profundidad del mercado financiero europeo como la principal barrera.

A pesar de los cambios que está sufriendo la economía y el sistema financiero global, la hegemonía del dólar no está en peligro a corto plazo. El poder económico, tecnológico y militar estadounidense unido al control de los instrumentos del sistema financiero y el uso —aún protagonista— del dólar en las grandes transacciones de petróleo y materias primas mantienen el liderazgo de la divisa estadounidense. Sin embargo, con la desdolarización de algunos mercados emergentes y la diversificación de divisas es posible que el sistema bancario internacional se dirija de forma gradual y prolongada hacia un modelo multipolar, en el cual el dólar deberá compartir su influencia con otras divisas.
 



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