el laborista que quiere volver a los 80 pone una antorcha bajo la deuda de Reino Unido

el laborista que quiere volver a los 80 pone una antorcha bajo la deuda de Reino Unido



En la vida, se pasa muy rápidamente de la gloria al fracaso. En política, aún más. Que se lo digan al primer ministro de Reino Unido, Keir Starmer, en el cargo desde hace poco más de un año. Hasta hace no tanto, el laborista brillaba con luz propia: había devuelto a la izquierda al poder 14 años después arrasando en las elecciones, cogía tracción su semblanza de gestor serio e incluso previsible y aburrido y mostraba cierta capacidad de negociación con Donald Trump cuando el presidente estadounidense pillaba a medio mundo con el paso cambiado. Todos esos méritos se han empezado a deshacer como un azucarillo en té al tiempo que su gabinete no es capaz de enderezar las malas finanzas heredadas de los conservadores y la inflación sigue golpeando a los ciudadanos. Todo ello bajo la amenaza de unos mercados de deuda que tienen a Reino Unido entre ceja y ceja pese a que el cuadro fiscal es peor en otras chinchetas del mapa como Francia o EEUU. En medio de esta vorágine, una oscura sombra se ha posado sobre el escaño de Starmer: la del ‘rey del norte’.

Con ese apodo se conoce a Andy Burnham, alcalde laborista de Mánchester. Muy querido en la tercera ciudad del país y cada más en alza entre las bases del partido por sus políticas más volcadas a la izquierda, Burnham está metiendo el dedo en el ojo de Starmer y su gabinete en sus horas más débiles desde que llegó al número 10 de Downing Street. La polarización política en Reino Unido (como en tantos otros lugares) es máxima y la izquierda pide una respuesta más contundente ante la derecha populista y nacionalista de Nigel Farage, quien tuvo mucha presencia como instigador del Brexit y ahora encabeza las encuestas con su partido Reform UK.

El ala izquierda laborista ve con disgusto cómo Starmer y su ministra de Hacienda, Rachel Reeves, hacen constantes esfuerzos por cuadrar las cuentas públicas coqueteando con recortes sociales. De hecho, gran parte de la debilidad del Ejecutivo viene de una poderosa imagen: las lágrimas de la canciller Reeves cuando tuvo que tirar a la papelera una propuesta de recorte en gasto social ante la amenaza de rebelión de un centenar de diputados laboristas en el Parlamento. La propuesta contemplaba recortes de gasto en algunas partidas tan sensibles como las ayudas a discapacitados, lo que encendió a la bancada laborista. Por si todo esto fuera poco, algunos sectores del laborismo han considerado tardía y de bajo perfil la respuesta de Starmer hacia lo que está sucediendo en Gaza (reconoció al Estado palestino solo después de otros líderes como el español Pedro Sánchez).

Un conjunto de factores que ha dejado mucho campo despejado para que Burnham salga a jugar con el balón. Laborista de primera hora que ocupó cargos de subsecretario y secretario de Estado durante los gobiernos de Tony Blair y Gordon Brown, Burnham ha ganado proyección desde que accedió en 2017 a la alcaldía de Mánchester, ganándose el referido apodo del ‘rey del norte’. Con la vara de mando en su poder, ha desplegado una mayor inversión en servicios públicos bajo la premisa de devolver a la ciudad a los primeros años 80, justo antes de que las políticas de Margaret Thatcher lo cambiaran todo. Ahora quiere revertir la ‘revolución’ liberal de Thatcher en todo el país.

Aunque ha fracasado en sus dos intentonas de acceder al liderazgo nacional de los laboristas, estas políticas municipales y sus impactantes propuestas propias de la izquierda más ortodoxa están convirtiendo a Burnham en el gran rival de Starmer. Por ejemplo, al igual que hizo con los autobuses de Mánchester, Burnham propone mayor control público sobre vivienda, energía, suministro de agua y ferrocarriles, llegando a hablar de nacionalizaciones. En materia de vivienda, propone un endeudamiento adicional de 40.000 millones de libras para construir viviendas sociales mientras crece el escepticismo en torno a la promesa de Starmer de construir 300.000 durante su mandato.

«Cuando se pierde el control de la vivienda, la energía, el agua, el ferrocarril y los autobuses, se pierde el control de los aspectos básicos de la vida», ha expuesto Burnham, sugiriendo que el coste de la renacionalización de dichos servicios podría recuperarse en parte mediante la recuperación de los dividendos ya «desviados» a los accionistas. El laborista también ha propuesto aumentar los impuestos a los ricos, incluyendo un tipo impositivo del 50% para los salarios más altos y un aumento de los impuestos municipales sobre las viviendas más caras de Londres y el sureste.

Burnham: «Tenemos que dejar atrás esta situación de estar atados a los mercados de bonos»

Burnham no solo se ha limitado a hacer esta serie de propuestas, sino que también ha llamado a ‘pasar’ de los mercados de deuda. «Tenemos que dejar atrás esta situación de estar atados a los mercados de bonos», ha declarado a la revista New Statesman. Toda una declaración de intenciones que se dejó notar con un leve repunte en los rendimientos de los bonos soberanos británicos (gilts) y en una caída de la libra.

Pese a que ahora mismo Burnham no tiene opciones reales de reemplazar a Starmer, deja muy debilitada la figura del premier justo cuando los laboristas celebran esta semana su Conferencia política en Liverpool. Sus promesas ‘baquetean’ al mercado de bonos en la medida en la que se teme que cualquier sustitución de Starmer -algo bastante improbable de momento- o incluso una cesión del líder ante el ala más izquierdista del partido -la ‘cabeza’ de Reeves, por ejemplo, algo más plausible- lleve a una mayor indisciplina fiscal.

Los vigilantes de los bonos (grandes tenedores de deuda que aprietan el botón de venta cuando dudan de las finanzas de un país) llevan tiempo acosando a Reino Unido y los gilts de prolongado vencimiento, como los emitidos a 30 años, han estado presentando unos elevados rendimientos que han viajado a máximos de finales de los años 90 (por encima del 5,6%), dejando la dolorosa conclusión de que a Reino Unido le saldrá más caro endeudarse.

Como insiste en sus análisis el economista Robin Brooks, investigador principal de Brookings Institution y execonomista jefe del Instituto Internacional de Finanzas (IIF), los vigilantes de los bonos persiguen más a Reino Unido que a EEUU o Francia, por ejemplo, porque su banco central (el Banco de Inglaterra) no se ‘pliega’ a la dominación fiscal, es decir, al relajamiento de las políticas monetarias para que los países puedan encadenar déficits que engordan la deuda.

Sin embargo, lo ocurrido en la antesala del otoño de 2022, cuando la breve primera ministra Liz Truss presentó un ambicioso paquete de recortes de impuestos sin recorte de gastos aún resuena. En aquel momento, el mercado de bonos se incendió y Truss tuvo que, primero, recular, y después, dimitir. Aunque su sucesor, el también conservador Rishi Sunak, fue más cauto y el laborista Starmer también lo quiere ser, la amenaza sigue ahí. Tan grande es el riesgo que Albert Edwards, veterano estratega de Société Générale, hace suyas unas célebres palabras del famoso inversor estadounidense Ray Dalio hace más de una década: el mercado de bonos de Reino Unido descansa sobre «un colchón de nitroglicerina».

Dentro de este delicado equilibrio, el movimiento de Burnham no puede pasar desapercibido. Mark Dowding, director de inversiones de renta fija de RBC BlueBay Asset Management, es claro en sus declaraciones al Financial Times: «Creo que esto demuestra su propia ingenuidad financiera. La confianza del mercado se deterioraría muy rápidamente. Los rendimientos subirían y la libra probablemente también estaría bajo presión».

Los aliados de Starmer y los inversores coinciden en que Burnham repetiría los mismos errores cometidos por la efímera Truss, bromeando incluso con que duraría menos que la lechuga con la que se comparó el mandato de la conservadora. Gordon Shannon, gestor de fondos de bonos de TwentyFour Asset Management, avisa de que los mercados de deuda «rechazarían los bonos del Estado y la capacidad del gobierno para hacer algo se les escaparía rápidamente» si Burnham llegase a Downing Street o sus políticas fueran adoptadas por el gabinete. Respecto a sus palabras llamando a obviar los mercados de deuda, un aliado de Starmer replica: «Es como decirle a alguien en una cornisa que no se preocupe por la ley gravedad».

El alcalde del Gran Mánchester, el laborista Andy Burnham. Foto: Europa Press

«Burnham no representa una amenaza inmediata para la posición de Starmer. Necesitaría ganar unas elecciones parciales para convertirse en diputado y obtener el apoyo del 20% de los parlamentarios. Por lo tanto, es poco probable que pueda presentar una candidatura para el cargo principal pronto. Pero esto no será un gran consuelo para el primer ministro y para Reeves. Si los diputados laboristas se niegan a aprobar en el Parlamento las políticas del Presupuesto, este podría convertirse en una moción de confianza al gobierno. Incluso si Starmer y Reeves superan el Presupuesto (previsto para finales de noviembre, los resultados de las elecciones locales de mayo serán otro punto crucial», contextualiza Ruth Gregory, analista de Capital Economics.

En un informe para clientes, Gregory enumera las principales consecuencias de esta vulnerabilidad de Starmer y Reeves. En primer lugar, señala, complicará la estabilización de las finanzas públicas, y pone como ejemplo la revuelta entre los diputados laboristas. Asimismo, dificultará la solución de problemas económicos (como la baja tasa de crecimiento potencial del Reino Unido): «Cualquier subida de impuestos políticamente aceptable podría ser una opción en el Presupuesto. Pero las medidas complejas o impopulares que incidan en la oferta y que podrían impulsar el crecimiento a largo plazo también podrían ser más difíciles de aprobar».

En el escenario más extremo, los problemas de Starmer y Reeves aumentan el riesgo de un resultado aún peor: una crisis fiscal. «Si el primer ministro y la ministra de Hacienda priorizan apaciguar al Partido Laborista con un mayor gasto antes que complacer a los mercados de bonos, podría desatarse una crisis fiscal. Muchas de las condiciones que han provocado crisis fiscales en el pasado ya existen. Un detonante podría ser la política que impulsa un mayor gasto o un mayor endeudamiento», escribe Gregory.

La analista tiene pocas dudas de que un nuevo equipo gobernante (si Starmer diera un paso al costado o hiciera cambios para contentar a sus bases, ya que no cuenta con un gran corriente interna a su favor) sería menos disciplinado fiscalmente que la combinación Starmer/Reeves. Incluso si las políticas más extremas enunciadas por Andy esta semana no se materializan, un menor compromiso con la disciplina fiscal a largo plazo y aumentos adicionales del gasto financiado con déficit provocarían casi con toda seguridad una reacción adversa en los mercados de bonos, advierte.

«En general, la lección del experimento de Truss con una política fiscal más flexible hace tres años es que, en un contexto de grandes déficits estructurales y altos tipos de interés, la disciplina fiscal importa. Y la precaria situación fiscal implica menos margen para errores. Si el gobierno es demasiado débil para implementar un ajuste fiscal gradual ahora, los mercados lo obligarán a hacerlo repentinamente, con un mayor impacto en el PIB. Por lo tanto, la salud fiscal y económica se está convirtiendo cada vez más en una cuestión de estabilidad política», concluye Gregory.

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