Con los votos no se juega
Viernes, 24 de octubre 2025, 10:31
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Permíteme que hoy me retraiga unos cuantos años, más de una década atrás, para recordar una vieja conversación que mantuvieron el por aquel entonces presidente francés, François Hollande, y su homólogo español, Mariano Rajoy, en una visita del mandatario galo a Madrid.
«No sabes la suerte que tienes», le espetó en plena Gran Recesión Hollande al político gallego. Estaba poniendo en valor el papel del diálogo social en España, dos palabras cuyo significado no conoce todo el mundo pero de una vital importancia para un país.
«¡Pero si me acaban de hacer una huelga general!», le contestó Rajoy, con cierta sorpresa. Y Hollande, expresidente de un país caracterizado por importantes tensiones y movilizaciones sindicales, se ratificó: «Créeme que no lo sabes. Tienes un modelo que muchos en Europa deberían estudiar».
Esta es una anécdota que he escuchado comentar a un veterano compañero periodista de información económica y que sin duda deja entrever el papel tan destacado que han desempeñado en España los sindicatos y las patronales (los empresarios) en el desarrollo económico (y social) del país. El trabajo de ambas organizaciones, junto con el Gobierno, en busca de un consenso para alumbrar leyes de tal calado como las sucesivas reformas laborales, las de las pensiones, las subidas del salario mínimo, la ‘ley rider’, etc., etc. es lo que se denomina ‘diálogo social’, un diálogo social que ha sido motivo de orgullo por unos y otros en las últimas décadas y que ahora vive sus horas más bajas.
«El diálogo social, tristemente, va camino de la UVI«, se lamentó el pasado miércoles el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi. Con estas palabras el líder empresarial buscaba justificar el histórico plante de la patronal al Gobierno al levantarse de la mesa para debatir una reforma del despido en España.
Pero no se trata ya de no entrar a negociar si es necesario aumentar las indemnizaciones por despido improcedente, como defienden los sindicatos y la vicepresidenta Yolanda Díaz, o si hay que ofrecer compensaciones a la carta en función de las circunstancias personales de los trabajadores (esto, ¡cuidado!, puede tener el efecto contrario: que las empresas busquen perfiles menos vulnerables para que un juez no pueda incrementar su coste en caso de cese) o si hay que recuperar los salarios de tramitación para pagar las nóminas del trabajador despedido injustamente durante los meses previos al juicio…
Del negro al blanco…en una semana
Se trata de que el diálogo social se ha devaluado, se ha edulcorado, se ha manipulado. Y esto, querido lector, no lo digo yo, ni lo dice la CEOE, lo denuncian también desde los sindicatos. ¿Cuándo se ha visto que antes de sentarse en una mesa a negociar el nuevo registro horario ya se haya publicado el real decreto en una consulta pública? ¿Cuándo se ha visto que los agentes sociales se enteren por los medios de comunicación de que el permiso de fallecimiento se va a ampliar y crear uno nuevo de 15 días para cuidados paliativos? Por no hablar del tema de los autónomos… donde, tristemente, no ha imperado el acuerdo alcanzado en la mesa del diálogo social, sino la demagogia y el populismo.
La ministra de Seguridad Social, Elma Saiz, ha pasado, en menos de una semana, de una propuesta de máximos… a una propuesta de mínimos. De elevar las cuotas de los trabajadores autónomos hasta más de 200 euros al mes, a, como mucho, menos de 15 euros al año; es decir, la máxima subida ahora es inferior al menor incremento de la primera propuesta y la mayor subida ahora es para los que más ganan cuando en el primer documento el mayor ‘sablazo’ (como lo definieron desde el colectivo) iba dirigido a los que menos ingresan, a los que ahora congelan las cuotas. Es verdad, querido lector, esto parece un trabalenguas y es necesario leerlo dos veces, o al menos con atención, para entenderlo, porque, claramente, es una incongruencia total y absoluta que carece de toda lógica. Y todo esto ha sucedido, sin paso por la mesa del diálogo social, sin consulta previa, sin consenso. ¿Y por qué razón? ¡Porque son 3,5 millones de votos! Y con los votos no se juega. Aunque eso suponga la muerte de una herramienta tan valiosa para la paz social como el diálogo social.














