Cohabitac, la coordinadora que gestiona 5.000 viviendas sociales y quiere triplicarlas en cinco años
En la calle Sant Eloi, situada en el barrio de la Marina del Prat Vermell de Barcelona, hay un bloque de 33 viviendas donde residen 44 personas en situación de exclusión social. Cada día, reciben atención individualizada gracias al trabajo en red de diez entidades sociales coordinadas por la Fundació Hàbitat3 y supervisadas por un consejo de gobernanza que garantiza que el modelo funcione. Lo hace desde 2015. Y sigue.
No es un caso aislado. Sant Eloi es solo uno de los muchos ejemplos que ilustran cómo trabaja Cohabitac, la coordinadora de fundaciones promotoras y gestoras de vivienda social de alquiler de Cataluña. Agrupa a 17 entidades sin ánimo de lucro que, desde hace años, han asumido una forma de tarea que el mercado y las administraciones públicas no han sabido resolver por sí solas: garantizar el acceso a un hogar digno y asequible.
En Catalunya, hoy uno de cada cuatro hogares alquilados destina más del 40% de sus ingresos al pago de la vivienda, y cerca del 40% está directamente en situación de sobreesfuerzo económico. En este contexto, Cohabitac quiere consolidarse como agente clave en el despliegue del Pla 50.000, el plan impulsado por la Generalitat para crear 50.000 viviendas sociales hasta 2030. A corto plazo, su compromiso pasa por aportar 2.000 viviendas sociales cada año —la mitad mediante obra nueva y la otra mitad mediante derecho de tanteo y retracto, financiado por el Institut Català de Finances—. El objetivo a cinco años es alcanzar las 10.000 viviendas, cubriendo así el 20% del plan total.
Las personas que viven en el edificio de San Eloi son atendidas por una de las entidades sociales siguientes: AREP, JOYA, San Pedro Claver, Fundación Salud y Comunidad, Prevención, Asistencia y Seguimiento, ABD, Fundación Mambré, Raíces y Asís. / Cedida
Actualmente, la coordinadora gestiona 5.000 viviendas sociales en Catalunya. Es decir, que una de cada diez viviendas de protección oficial, son suyas. La mayoría, están en la provincia de Barcelona, donde solo la ciudad aglutina 1.770. Le sigue la provincia de Girona (928), de Tarragona (292) y de Lleida (269). Para ello colaboran con 21 ayuntamientos y extienden su capacidad de gestión hasta 150 municipios.
Pisos compartidos
El resultado de estas cifras está anclado en realidades concretas. Desde 2016, por ejemplo, la Fundació Mambré impulsa un modelo de vivienda compartida para personas que han salido de la calle pero siguen en situación de vulnerabilidad. En pisos distribuidos por Barcelona y su área metropolitana, 81 personas comparten hogar en condiciones dignas, pagando un alquiler adaptado a sus ingresos. No necesitan ayuda asistencial, pero sí un entorno seguro que les permita no «volver a caer», según explican desde la coordinadora.
Esa flexibilidad y sensibilidad frente a las distintas fases del proceso de exclusión es uno de los rasgos distintivos del modelo de Cohabitac. Para quienes no tienen recursos suficientes pero conservan cierta autonomía, ofrecen soluciones como las viviendas compartidas. Para quienes han perdido incluso eso, crean estructuras de acompañamiento intensivo, como en Sant Eloi. Y para ampliar el parque de vivienda asequible, recurren a fórmulas de colaboración público-privada.
San Eloi, en Barcelona, es una iniciativa de la fundación Hàbitat3, una de las 17 entidades que forman parte de COHABITAC / Cedida
Cesión de pisos vacíos
Una de ellas es el Fondo de Rehabilitación de Viviendas, también gestionado por Mambré, que permite financiar obras en pisos privados a cambio de su incorporación temporal a la red de alquiler social. Se pacta un precio razonable, se ejecutan las reformas y el piso entra en el circuito durante el período acordado.
Otra vía con impacto inmediato ha sido la cesión de pisos vacíos. Desde 2015, Hàbitat3 —la fundación presidida por Carme Trilla, también presidenta de Cohabitac— ha logrado captar más de 350 viviendas del mercado privado gracias a un convenio con el Consorcio de la Vivienda de Barcelona. Más de 200 de esos pisos han sido rehabilitados por empresas de inserción sociolaboral, generando empleo para personas en riesgo de exclusión. Actualmente, unas 1.600 personas viven en estas viviendas con acompañamiento social y planes de trabajo individualizados que abarcan desde la gestión doméstica hasta la inserción laboral.
El nombre de Trilla vuelve a estar sobre la mesa tras la operación de Casa Orsola, en la que Hàbitat3 adquirió, junto con el Ayuntamiento de Barcelona, un edificio de la promotora Lioness Inversiones por 9,2 millones de euros, en una compra conjunta donde el consistorio obtuvo el 49% y Hàbitat3 el 51%. Desde varias entidades vecinales, la operación fue criticada por haberse realizado “de espaldas a las vecinas” y por “premiar al fondo” que durante años presionó para expulsarlas.
Trilla, por su parte, defiende que su modelo, el de Cohabitac, “funciona” y que se basa en la experiencia de las housing associations europeas, que han demostrado ser efectivas a largo plazo. Pero advierte que necesita estabilidad institucional, financiación sostenida y un marco legislativo claro.
El programa de cesión de viviendas vacías firmado con el Consorcio de la Vivienda de Barcelona ha permitido captar unos 350 viviendas del mercado privado para destinarlos a familias. / Fundació Hàbitat3
Las fundaciones de Cohabitac, muchas con décadas de recorrido, han promovido cerca de 15.000 viviendas protegidas en venta y actualmente gestionan más de 4.200 viviendas sociales de alquiler. Aseguran estar listas para duplicar ese parque, si se dan las condiciones. En 2024, su financiación alcanzó los 70.000 euros, de los cuales, un 75% viene dado por las cuotas de los asociados a sus fundaciones, y un 25% son ayudas y subvenciones públicas.
Pero para ello, insisten, hacen falta suelos públicos sin coste —en derecho de superficie o mediante concesiones— y subvenciones directas que aceleren tanto la construcción como la rehabilitación. No se trata de competir con la promoción pública, sino de complementarla con modelos eficaces, sostenibles y profundamente arraigados en el tejido social.
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