Carmen Hernando: «Existe un grave problema con la vivienda que es urgente atajar»
Los que tenemos la suerte de tener una casa, aunque sea con hipoteca, no nos podemos ni imaginar lo difícil que se ha puesto el mercado de la vivienda en los últimos años. En algunos sitios más que en otros, desde luego, pero lo de Madrid clama al cielo. He tenido la desgracia de tener que ayudar a mi hija a buscar un piso de alquiler, y ha sido una experiencia… angustiosa, por decirlo suavemente.
No estamos hablando solo de precios desorbitados. Cuchitriles donde no cabe una mesa para comer, habitaciones sin ventanas ni armarios, muebles demasiado antiguos para rodar un capítulo de Cuéntame, cuevas donde la única luz que brilla es la de la bombilla… están a la orden del día. Muchos de los anuncios rezan así: «semisótano con ascensor», o «bajo interior con ascensor». Pero ¡¿para qué quieren el ascensor?! ¡¿Para pagar más en la electricidad de la comunidad?! Todo ventajas.
Pero cuando ya piensas que lo has visto todo e intentas visitar uno de estos maravillosos pisos, entonces te das cuenta de que lo peor está por venir. Porque examinar en persona un piso es misión imposible. Ya contactar con quien lo alquila es muy complicado. Y si por casualidad logras concertar una cita, a los 10 minutos de haberlo hecho te vuelven a llamar y te comunican que ya está alquilado. Y tú dices: pero… ¿sin verlo? Sí, claro, sin verlo. Esa es la tónica habitual.
Y no os hablo de las condiciones de alquiler porque no acabaríamos: alquileres ‘de temporada’ en su mayoría, de 11 meses desde mayo o junio prorrogables por acuerdo de las partes unos pocos meses más (¿y si el dueño no está de acuerdo? ¿que se vayan a vivir durante el mes de exámenes al aeropuerto, por ejemplo?), cláusulas abusivas (el dueño puede entrar en cualquier momento sin avisar…), requerimientos de contratos de trabajo y nóminas para seleccionar al inquilino… Vamos, que el precio a estas alturas es lo de menos.
Así que sí, existe un grave problema con la vivienda que es urgente atajar cuanto antes. Y si tenéis que ir a vivir a Madrid vosotros o vuestros hijos próximamente, no puedo más que daros mi más sentido pésame y desearos mucha paciencia. Porque suerte ya os digo yo que no tenéis.












