Así es la fábrica donde Dapibus tritura larvas de mosca para convertirlas en harina, grasa y abono
Por raro que parezca, el mismo polígono entre Martorell y Abrera (ca n’Amat) que alberga la planta de la Seat, esconde una granja con 400 millones de larvas de mosca. Es la fábrica que la empresa biotecnológica Dapibus acaba de poner en marcha tras varios años de conceptualización y pruebas: 3.000 metros cuadrados de oficinas, granja y planta de procesado como para elaborar 3.500 toneladas mensuales de harina, aceite o grasa, y fertilizante orgánico. La empresa está pendiente del último permiso para empezar a vender todo lo que ya tiene preacordado con conocidas empresas del universo de la alimentación animal –lo que tendría que ocurrir en las próximas semanas– y luego oficializar su llegada al mercado con las primeras ventas. Todo lo pactado les hace prever que terminarán 2026, su primer año entero con ingresos, facturando 4 millones de euros.
De entrada, ya venden todo el abono que producen al grupo Fertiberia, compañía madrileña con un volumen de negocio de 1.000 millones de euros. Tienen, además, el interés de muchas de las grandes elaboradoras de alimentación para mascotas, así como de varias productoras de pienso para ganado. Pero también aspiran a llegar al sector de los biocombustibles o incluso al de la cosmética. En cualquier caso, lo que les ocupa de momento es que lo que acaban de poner en marcha, funcione.
“Aquí en España no había prácticamente nada, si lo hay es una granjita pequeñita, pero no hay nada automatizado o industrializado, y en Europa, una decena como mucho”, subraya Alex Segura, cofundador y consejero delegado de Dapibus.
La historia de Dapibus
Él es el origen de todo. Lo empezó tras varios años trabajando en una multinacional textil y decidir que quería hacer algo a lo que le encontrara más sentido. Descubrió el mercado de la proteína de insectos y vio claro que ahí estaba su oportunidad. Empezó por buscar quien le ayudara con conocimientos industriales y, si se pudiera, de negocio, y encontró a Carlos Conde, un amigo de un amigo que hoy es jefe de operaciones y cofundador, también, igual que Arturo Almazor, el director financiero.
Un robot moviendo cajas con larvas de moscas en las instalaciones de Dapibus / Cedida
Lo siguiente fue hacer pruebas de concepto y, sobre todo, buscar capital. Han levantado unos 10 millones de euros, combinando inversión privada (por ejemplo, la de Thomas Meyer, fundador y dueño de Desigual), ayudas públicas nacionales y europeas, y un par de préstamos. Y con eso han puesto en marcha esta instalación en Abrera (Baix Llobregat).
“Fundamentalmente, somos ganaderos”, resume Conde, a las puertas de la fábrica. Se refiere a que compran animales (esperan criarlos, en un futuro), los engordan y luego los sacrifican para lograr un producto. La diferencia es que no lo hacen con vacas o cerdos, sino con insectos.
El proceso
Tal como está montado hoy, el proceso comienza con unos sobres de un palmo de tamaño que contienen 300.000 larvas. Un robot los abre y las echa sobre una bandeja azul llena de una especie de papilla preparada para alimentarlas.
Estas larvas engordarán durante 11 días hasta ser gusanos. Las primeras cinco jornadas lo harán en una zona, y las siguientes seis, en otra. Esta última fase ocurre dentro de lo que parecen seis trasteros que esconden 28.000 de estas cajas azules. Pasado este tiempo, justo antes de que se conviertan en moscas, los robots y operarios de Dapibus recuperarán estas bandejas que estarán, ahora, llenas de excremento y las emplearán para pasar la última fase del proceso.
Las larvas tras 11 días de engorde en una de las líneas de la fábrica de Dapibus / Cedida
En este punto separan el excremento, deshidratan la larva y extraen su grasa para que vaya por un conducto aparte. Lo aprovechan todo, después de tratarlo. Lo primero, para abono. Lo segundo se convierte en la harina que acabará siendo pienso animal. Lo tercero, un aceite o grasa (cuando se enfría) perfecto como biocombustible o como ingrediente cosmético, aunque de momento siga siendo esencialmente para pienso.
Planes de futuro
De momento solo tienen acuerdos ya cerrados con empresas de fuera de España, donde el concepto está más extendido, pero, por el interés recibido, dan por hecho que una vez obtengan el último permiso de la Generalitat que les falta para poder vender productos alimentarios no humanos, empezarán a cerrar contratos con las empresas españolas.
Su producto hace a los animales engordar mejor, con menos patógenos por las condiciones de la harina resultante y más o menos al mismo precio, pudiendo alardear, además, de circularidad: las larvas se alimentan de lo que sobra a empresas alimentarias y se aprovecha todo de ellas.
Así están de convencidos de que a final de año podrán pasar de tener la maquinaria activa durante un solo turno, a operar con cinco turnos. Es decir, a duplicar su plantilla de 10 a 20 trabajadores, y a producir unas 3.500 toneladas mensuales de producto. Esto, anualizado, tendrían que ser unos 4 millones de euros de facturación en 2026. Para entonces, esperan haber cerrado o estar a punto de cerrar otra ronda de financiación para poder articular una planta mayor de cara a 2027, aunque conserven la sede de Abrera como espacio de pruebas a menor escala. Al final, las fábricas con las que competirán en Europa tienen 10 veces más espacio, así que proyectan una instalación de unos 30.000 metros cuadrados.
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