¿Adiós al dinero tal y como lo conocemos? El castillo de naipes de las divisas fiduciarias se desmorona y amenaza el orden monetario global

¿Adiós al dinero tal y como lo conocemos? El castillo de naipes de las divisas fiduciarias se desmorona y amenaza el orden monetario global



Casi todos los activos están en máximos históricos, el precio de los alimentos no para de subir y los inversores parecen obsesionados con comprar cualquier cosa y huir de la liquidez. El mercado está patas arriba: el oro (el gran activo refugio) se dispara al mismo tiempo que suben los activos de riesgo. ¿Qué está pasando? Todo hace indicar que el miedo a la caída del orden monetario basado en el dinero fiduciario, un dinero que ha sido constantemente depauperado por las políticas de impresión masiva de los bancos centrales, está empezando a percibirse de forma clara. Nadie quiere ‘dinero’, nadie quiere liquidez, los inversores buscan activos tangibles o cualquier cosa que mantenga su poder adquisitivo. El castillo de naipes de buena parte de las divisas fiduciarias (los inversores aún confían en el franco suizo, por ejemplo) que se ha mantenido en pie durante décadas, podría estar a punto de caer.

Algunos indicios destapan esta tendencia. El oro ha pasado de ser un activo desapercibido en los mercados a dispararse hasta superar los 4.000 dólares. Los propios bancos centrales, quizá conscientes de lo que están haciendo, han aumentado sus compras, llevando al metal precioso a ser el segundo activo con más peso en sus balances, alcanzando unos umbrales que no se veían en décadas en las bóvedas de los ‘señores del dinero’. Nadie prevé que se vuelva a un sistema basado en el patrón oro (casi nadie), pero sí parece que el orden monetario está cambiando o ya no funciona como antes (cuando había miedo, el dinero fluía hacia el dólar).

Esta es una tendencia que ha acelerado hoy, pero que viene de algo más lejos. Ya en 2024, los analistas de JP Morgan señalaban en un informe de octubre de dicho año que el optimismo en el oro «estaba siendo impulsado por el papel del oro en el ‘debasement trade’ global, especialmente ante posibles cambios políticos como una presidencia de Trump, que podrían intensificar las preocupaciones fiscales y geopolíticas. Pese a la desaceleración en las compras de los bancos centrales (en aquel momento, ahora no paran de acelerar), los tenedores de oro en el sur de Asia siguen mostrándose reacios a vender, lo que sostiene los precios. La plata ha despertado un sentimiento alcista aún mayor, con previsiones de 45 dólares por onza, impulsadas por su percepción de infravaloración, la diversidad de su demanda y las preocupaciones sobre la oferta», señalaban desde JP Morgan.

Todo aciertos. Donal Trump ganó las elecciones, la incertidumbre geopolítica y fiscal no ha parado de crecer y el ‘debasement trade’ que promete poner fin al orden monetario actual está en marcha. El oro ha superado los 4.000 dólares, la plata, por ejemplo, ha llegado a los 50 dólares -máximos desde los años 80- y analistas como los de Bank of America la sitúan en 65 dólares mientras los problemas de oferta se acentúan. Desde BofA, su analista Michael Hartnett va aún más lejos y sitúa al oro en los 6.000 dólares para la próxima primavera.

La fe ciega que reinaba sobre el dólar y otras monedas fiduciarias está desapareciendo, lo que está generando una inflación que es más compleja de ver que el IPC convencional, pero que está muy presente. El IPC convencional se percibe con la subida de la cesta de la compra, la inflación actual se encuentra en los mercados de activos, donde los precios no paran de subir, incluyendo los metales preciosos. El dinero fiduciario está perdiendo su ‘valor’. Los billetes y monedas que se usan a diario se sostienen por la confianza que tienen los agentes en este tipo de dinero respaldado por los bancos centrales. Pero el valor de este dinero se erosiona rápidamente, los agentes se marcharán en masa a otros activos. Esto tampoco es nuevo: países como Venezuela, Argentina o Zimbabue han sufrido fenómenos de este tipo. La cuestión es que hoy el dólar no parece ser ese salvavidas del pasado. El orden monetario está cambiando.

Ken Griffin, director ejecutivo de Citadel, aseguraba hace unos días que los inversores están empezando a considerar el oro como un activo más seguro que el dólar, un hecho que preocupa enormemente al multimillonario inversor. El precio del oro está en máximos históricos, un movimiento que es producto de la fuerte y creciente demanda del metal precioso, pero también de la propia depreciación del dólar.

«Estamos observando una inflación sustancial de activos en relación con el dólar, ya que la gente busca maneras de desdolarizar eficazmente o reducir el riesgo de sus carteras frente al riesgo soberano estadounidense», declaró Griffin en una entrevista con Francine Lacqua de Bloomberg hace una semana. El prolongado cierre del gobierno federal y la perspectiva de posibles recortes de tipos impulsaron el metal precioso esta semana hasta alcanzar nuevos máximos históricos.

La operación devaluación

Todo ello está generando la llamada ‘operación devaluación (el citado ‘debasement trade’), que de forma coloquial es una suerte de estrategia de inversión que parte de la premisa de que una divisa va a perder valor de forma estructural. En el caso del dólar, el término surge cuando los mercados perciben que las políticas fiscales y monetarias de EEUU (como un fuerte aumento del déficit público, emisiones masivas de deuda o recortes prolongados de los tipos de interés) pueden erosionar la confianza en la moneda. El concepto de debasement no es nuevo: en tiempos antiguos se aplicaba a las monedas que reducían su contenido en metales preciosos, y hoy se utiliza para describir el deterioro del poder adquisitivo del dinero fiduciario.

En la práctica, el ‘debasement trade’ con el dólar consiste en apostar contra la divisa estadounidense, reposicionando las carteras hacia activos que tienden a apreciarse cuando el billete verde se debilita. Los inversores suelen volcarse en materias primas como el oro o en activos vinculados al crecimiento de otras economías, desde acciones internacionales hasta bonos emergentes. El razonamiento es claro: si el dólar se abarata, esos activos tienden a ganar valor relativo y protegen el patrimonio frente a la pérdida de poder adquisitivo. La cuestión es que las políticas fiscales no solo son expansivas en EEUU, también lo son en otras regiones clave del mundo desarrollado como la Eurozona. La perdida de confianza en las monedas fiduciarias puede ser más generalizada.

El oro como activo de reserva

Uno de los analistas más reputados de Deutsche Bank mandaba hace unos días una nota a sus clientes en la que destacaba la tendencia del oro, superando los 4.000 dólares la onza, y con proyecciones de que siga subiendo, gracias a que «su excelente desempeño este año se ha visto impulsado en parte por las compras de los bancos centrales. Según nuestro estratega de oro, la demanda oficial actualmente duplica el ritmo del promedio de 2011-2021, con China a la cabeza… El gráfico, cortesía de mi colega Tim Baker, muestra que la participación del oro en las reservas de los bancos centrales aumentó al 24% en el segundo trimestre de 2025, desde un mínimo de alrededor del 9% en el cuarto trimestre de 2015, aunque aún muy por debajo de los máximos del 74,5% de principios de la década de 1980. Sorprendentemente, solo en las últimas semanas el oro ha superado finalmente sus máximos históricos ajustados al valor real, alcanzados en torno a este punto hace 45 años», señala el experto de Deutsche Bank.

El oro se dispara como activo de reserva.

«Es evidente que el oro aún tiene un potencial significativo para recuperarse si la narrativa de la desdolarización continúa ganando terreno. La pregunta clave ahora es: ¿se unirá bitcoin al oro en el club de los activos de reserva?», se pregunta el economista de Deutsche Bank.

La IA queda en segundo plano

Esta va a ser la gran tendencia del mercado, lo que podría opacar la tendencia por la que apuesta todo el mundo: la expansión de la inteligencia artificial (IA) y sus implicaciones, al menos en el corto plazo. El gran relato macro de 2025, sostienen desde BCA Research, ya no es la fiebre por la IA, sino la pérdida de aura del dólar. «El principal relato macro de 2025 no es el superciclo de la IA… sino la devaluación del dólar y el declive del billete verde como activo refugio ‘contracíclico'», escriben, subrayando que «hay tres fuerzas detrás del ‘debasement’ del billete verde este año».

Ese giro de régimen explica por qué el oro -y, por extensión, los activos reales como la vivienda o las materias primas- han sido los que «lo han olido durante buena parte del año». Para BCA, el ‘debasement trade’ es, en esencia, el movimiento de carteras que reduce exposición a deuda soberana y monedas fiduciarias cuya capacidad de preservar valor se erosiona, y la redirige hacia oro, metales y, en ciertos casos, energía y otras materias primas.

La primera palanca es geopolítica y de balanza de pagos. Con un mundo cada vez más multipolar, «el déficit por cuenta corriente de Estados Unidos destaca como un tumor canceroso si se observa con la perspectiva de 225 años de historia». En ese marco, BCA anticipa un ajuste: «El dólar necesita caer para ajustar el déficit por cuenta corriente de EEUU». La transición duele a corto plazo porque revierte entradas de capital, elimina parte de la «puja exorbitante por el dólar» y llega justo cuando «el balance de rentas de inversión de EEUU es negativo por primera vez en más de medio siglo». En suma, menos privilegio exorbitante y más disciplina externa: condiciones típicas para un dólar más débil.

La segunda fuerza es política y fiscal. Lejos del impulso masivo prometido, BCA describe «la revuelta de la Cámara de Representantes contra las promesas de campaña pródigas del presidente Trump». El resultado es un OBBBA (‘One Big Beautiful Bill’) más modesto que frena el tren del gasto. Con ello, «al desacelerarse ahora de forma marcada el tren de la ‘grasa’ fiscal en EEUU, el diferencial de crecimiento respecto al resto del mundo colapsará, un resultado bajista para el dólar«. Los déficits seguirán altos, pero con menor impulso procíclico: menos crecimiento relativo, menos soporte para el billete verde.

La tercera fuerza es monetaria. BCA anticipa presión política sobre la Fed: «El presidente Trump pretende amedrentar y moldear a la Fed en los próximos seis meses». Aunque «las tarifas añadirán inflación en 2026», el banco central -cada vez «más cortejado»- tendería a tratar esas subidas como transitorias, priorizando un mercado laboral que pierde fuerza y los riesgos a la baja sobre el crecimiento. Esa mezcla -déficits elevados, política fiscal menos expansiva y una Fed más tolerante con repuntes de precios- encaja con un patrón clásico de depreciación paulatina de la divisa de reserva.

De esa triple dinámica nace el ‘debasement trade’, que también afectará a otras divisas que sigan un camino similar al del dólar: menos bonos del Tesoro, menos dólar estructural; más oro y más activos reales. BCA lo formula sin rodeos: «A largo plazo, los inversores deberían seguir reequilibrando sus carteras con la expectativa de que existe más recorrido a la baja del dólar». Y enlaza el argumento táctico con otro estratégico: «Estamos entrando en otro superciclo, uno en el que los activos reales superarán a los financieros». De ahí su preferencia por metales preciosos «de trabajo» (plata, platino, paladio) frente a un oro ya caro en términos relativos, y por materias primas vinculadas al CAPEX energético y digital.

Todo esto no implica linealidad. BCA admite pausas tácticas para el dólar por ruido geopolítico o repuntes puntuales de crecimiento. Pero el vector de fondo -multipolaridad que recorta el privilegio del dólar, fiscal menos diferencial y una Fed más políticamente condicionada- encaja con un billete verde de menor poder en la próxima fase del ciclo. O, como rematan: «El dólar ya no es un activo refugio»; en ese mundo, el refugio vuelve a ser tangible.

Japón ‘siempre’ va primero

Otro bregado analista que desmenuza con los dedos lo que está sucediendo es Albert Edwards, veterano de Société Générale. Como casi siempre hace en sus análisis, pide mirar hacia Japón: «Llevamos mucho tiempo insistiendo en que Japón es un referente para los mercados occidentales, en gran parte porque sus burbujas crediticias, bursátiles y macroeconómicas estallaron a finales de la década de 1980, mucho antes que sus homólogas occidentales en la crisis financiera global de 2008. Desde entonces, Japón ha sido un pionero, marcando el camino a seguir por otros en la jungla fiscal posterior a la burbuja».

«Japón vuelve a abrir el camino a los mercados occidentales. Los metales preciosos son el canario en la mina de carbón, y están cantando alto y claro», comienza Edwards su último informe. La última señal recibida: la elección de Sanae Takaichi como líder del sistémico Partido Liberal Democrático y probable futura primera ministra. Aunque se ha definido a sí misma como admiradora de Margaret Thatcher, todo apunta a que Takaichi va a seguir el camino contrario: «Aunque Thatcher habría aprobado los planes de desregulación de la nueva líder, la Dama de Hierro seguramente se esté revolviendo en su tumba ante los rumores de nuevos estímulos fiscales y la presión sobre el Banco de Japón para que intensifique la expansión cuantitativa con el fin de financiar el déficit».

Todo apunta a que la dirigente japonesa abrazará la política del que fuera su mentor, Shinzo Abe: «Bajo el mandato de la primera ministra Takaichi, es probable que Japón vuelva a la economía de su mentor, el ex primer ministro Abe, que aplicó una política de devaluación de la moneda camuflada como un efecto secundario de la agresiva expansión cuantitativa (QE) de 2013. Eso significa una flexibilización fiscal acompañada de una QE aún más agresiva (recuerde que Japón nunca detuvo la QE, simplemente la redujo)», subraya Edwards, volviendo a hacer palanca en el sometimiento de los bancos centrales al dispendio fiscal de los gobiernos ·el fenómeno del dominio fiscal).

«Los políticos de todo el mundo han caído en una trampa fiscal creada por ellos mismos; unos electorados cada vez más hostiles seguramente no tolerarán el dolor necesario para evitar que la deuda pública se dispare sin control», apostilla el experto.

«El complejo de los metales preciosos ya está respondiendo al dominio fiscal, lo que significa más devaluación de la moneda y más inflación», resuelve Edwards. Y mientras los comentaristas se entusiasman con la ruptura del oro por encima de los 4.000 dólares, pone el dedo en la llaga, basta con pensar que el equivalente en yenes está ahora por encima de los 5500 dólares. «Japón sigue liderando el camino», enfatiza.

La probabilidad de que el precio del oro esté respondiendo a una mayor devaluación de la moneda se evidencia, explica Edwards, en el hecho de que todo el complejo de metales preciosos se está volviendo «loco», no solo el oro. «Parece probable que el aumento de los metales preciosos refleje el reconocimiento de que estamos volviendo a la expansión cuantitativa (QE) y al control de los tipos de interés (YCC)», apuntala, observando que los precios de los metales básicos también empiezan a subir. Aunque lod analistas que siguen al cobro matizan que su subida se ha dado en medio de noticias de interrupciones del suministro, Edwards pide estar atentos a ese espacio y lo amplía a los alimentos: «Recordad que la segunda QE de Ben Bernanke provocó un importante aumento de los precios de las materias primas (incluidos los alimentos) que, según muchos, desencadenó las revoluciones de la Primavera Árabe».

«Los alimentos, más que cualquier otra materia prima, afectan a los hogares (excepto quizás el petróleo). El descontento por el aumento del precio del arroz en Japón contribuyó sin duda a la elección de Sanae Takaichi. Hay que seguir de cerca los precios de las materias primas», cierra el estratega de SG.

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