el nuevo ‘hombre del presidente’ mira más allá de la inflación y empleo

el nuevo ‘hombre del presidente’ mira más allá de la inflación y empleo



Cuando en 1977 el Congreso de EEUU aprobó la Ley de Reforma de la Reserva Federal, uno de los cambios clave fue añadir lo que se conoce desde entonces como el «doble mandato»: usar la política monetaria para lograr el máximo empleo posible y, a la vez, mantener la inflación bajo control. Pero si se lee textualmente la ley, en realidad la frase no termina con la referencia a la inflación. La Fed tiene un tercer mandato, uno que normalmente se pasa por alto y que los presidentes del banco central no anuncian públicamente en cada rueda de prensa, como sí hacen con los dos anteriores: «El Comité Federal de Mercados Abiertos (FOMC) debe […] promover efectivamente los objetivos del máximo empleo, precios estables y unos tipos de interés a largo plazo moderados«. Y el Gobierno de Donald Trump ha dejado claro que ese ‘tercer mandato’, controlar los tipos a largo plazo, es su gran prioridad. Un objetivo clave para el que ya está moviendo piezas dentro del banco central.

La señal más clara la ha dado Stephen Miran, el nuevo gobernador de la Fed hasta diciembre y aliado clave de Trump. Miran fue confirmado ayer por el Senado por un solo voto, 48 a 47, justo a tiempo para participar en la reunión del FOMC que comienza hoy mismo y que terminará este miércoles con, si no hay sorpresas, un recorte de tipos. Cuando llegue el año nuevo, Trump deberá decidir si le propone para cumplir un mandato completo de 14 años o si designa a otra persona diferente, una posibilidad que está sobre la mesa si el magnate quiere nombrar como presidente del banco central a alguien de fuera de la junta directiva actual. Aunque los inversores ya han empezado a considerar la posibilidad de que, directamente, Trump designe a Miran como nuevo presidente de la Fed cuando Jerome Powell termine su mandato, dejando claro la confianza que el mandatario tiene en él.

Ante las preguntas de los senadores, Miran hizo especial hincapié en la obligación de bajar los tipos a largo plazo, recordando que la ley la sitúa en el mismo nivel de importancia que mantener la inflación estable. Y en un artículo en el The Wall Street Journal, el nuevo gobernador advirtió que el «intervencionismo» de la Fed, especialmente apuntando a la expansión cuantitativa, o QE, es decir, la impresión de dinero para comprar bonos e inyectar liquidez masiva en la economía puesta en marcha tras la crisis financiera de 2008. «Las políticas no convencionales deben dejarse para emergencias verdaderas, reduciendo las distorsiones que causa sobre la economía», aseguró.

Lo que hace que las palabras de Miran tengan un peso adicional es que el nuevo gobernador llega con el sello de ‘hombre de Trump’. Hasta ahora era el presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, y es uno de los cerebros detrás de los planes arancelarios del presidente y del llamado «Acuerdo de Mar-A-Lago» para devaluar el dólar a nivel mundial. Si Miran insiste en la necesidad de controlar los tipos de interés, es una señal clara de que el Gobierno lo considera su prioridad absoluta.

Evitar la crisis de deuda

La principal preocupación de la Casa Blanca, y especialmente del secretario del Tesoro, Scott Bessent, es evitar una crisis de deuda en EEUU. Y la política fiscal de Trump no ayuda: el déficit público ya ronda el 7% del PIB y la ‘Gran y Bella Ley’ de recorte de impuestos no va a hacer sino reducir aún más los ingresos públicos, disparando la deuda pública a niveles nunca antes vistos, muy por encima del 100% del PIB.

Esa enorme montaña de deuda sería sostenible si los bonos a 10 años tuvieran una rentabilidad minúscula, inferior al 2%, como ocurrió durante casi toda la década de 2010. Pero el resurgir inflacionario tras el covid hizo repuntar la rentabilidad por encima del 4%, una cifra que ya empieza a hacer mucho daño en el presupuesto de EEUU. Trump no para de insistir en que esos tipos cuestan «un billón de dólares» anuales en pago de intereses de la deuda pública: a cierre de agosto, el país lleva pagados 1,2 billones de dólares en deuda pública este año, un récord histórico. Además, esta subida ha llevado a las hipotecas a superar el 5,5% de interés, dificultando aún más el acceso a la vivienda. Una combinación muy peligrosa para el crecimiento del país.

Y ese es precisamente el argumento que Trump repite constantemente cuando presiona al actual presidente de la Fed, Jerome Powell, para que baje los tipos de interés. El problema es que la Fed solo controla directamente los tipos a corto plazo, que son los que puede modificar a voluntad, como previsiblemente hará mañana. Hasta ahora, la teoría es que los tipos a largo plazo no se movían tanto por esas decisiones como por las expectativas de inflación: si el banco central hacía bien su trabajo de controlar los precios, los bonos a largo plazo caerían, independientemente de lo altos o bajos que estuvieran los tipos a corto plazo.

El problema es que la injerencia de Trump en la Fed, junto a sus aranceles, que están provocando un repunte inflacionario, están consiguiendo el efecto contrario: mantener los tipos a largo plazo más altos de lo que querría el Gobierno, pese a la promesa de bajadas de tipos a corto. Y para George Catrambone, director de renta fija en DWS Americas, ese puede ser el detonante para que la Fed empiece a intervenir directamente: que los mercados empiecen a sospechar que el banco central esté dispuesto a mantener la inflación alta para contentar a Trump. «Ya sea el Tesoro el que lo ordene, o la Fed la que se mueva primero, acabará ocurriendo», advierte.

Vineer Bhansali, fundador de la gestora de fondos LongTail Alpha, lo ve claro: «La deuda y los costes de los intereses son una limitación para el Gobierno, y este tiene que hacer algo al respecto y no puede hacerlo a nivel fiscal. Así que tienen que hacerlo a nivel de la Fed porque es la única opción viable». Y lo harán, aunque eso suponga una subida de la inflación: «En última instancia, la Reserva Federal tendrá que hacer lo que el presidente y las autoridades fiscales quieran, y mandar a la porra el riesgo de más inflación».

La Fed ya lo hizo dos veces

De todas formas, alterar los tipos de interés a largo plazo no es algo nuevo para la Fed. De hecho, si la ley recoge esa posibilidad es precisamente porque el banco central ya lo había hecho antes, en la década de 1960, y el Congreso decidió dar respaldo legal a sus actos ‘a posteriori’.

Aquello se llamó «operación Twist», en referencia al baile que estaba arrasando en EEUU en aquellos años. Según cuenta la Fed de Richmond, la idea llegó desde la Casa Blanca: «La administración entrante de John Kennedy se enfrentaba a una economía débil. En aquel momento, el dólar seguía vinculado al oro, y el presidente JFK estaba preocupado por la reducción de sus reservas de ese metal. El Gobierno buscaba una forma de promover el crecimiento mediante la política monetaria pero sin reducir los tipos de interés a corto plazo, lo que habría incentivado a los inversores a comprar más oro en lugar de mantenerlos en bonos a corto plazo». La solución, explican, fue vender bonos a corto plazo y usar ese dinero para comprar a largo.

El resultado de la operación fue aumentar la demanda de los bonos a largo, lo que redujo su rentabilidad. A cambio, aumentó el interés de los bonos a corto plazo, pero la Fed tiene más mecanismos directos para intervenir en esa deuda. Según un estudio de la Fed de San Francisco en 2011, el resultado fue reducir el coste de la deuda a 10 años en 15 puntos básicos. Un recorte significativo, sí, pero mucho menor de lo que quiere el actual Gobierno.

Pero hoy hay dos grandes problemas. El primero es que la definición de «tipos de interés moderados» es extraordinariamente borrosa. Según los datos de Bloomberg, la media de los tipos de interés a 10 años desde 1960 ha sido del 5,8%. Los tipos actuales, del 4%, estarían por debajo de esa media. ¿Es eso suficiente o no? Si Trump quiere que los tipos caigan al 3% o al 2%, la escala del intervencionismo de la Fed que haría falta sería histórica, y podría poner en riesgo la credibilidad de la institución ante los mercados y ahuyentar a los inversores.

A eso se suma que la Fed solo ha actuado sobre los tipos a largo plazo en dos ocasiones: en la crisis del patrón oro en aquellos años 60, y en medio de lo peor de la crisis de deuda europea de 2011-2012. Gary Richardson, profesor de Economía e historiador de la Fed en la Universidad de California, advierte: «En el pasado, la Fed ha hecho lo que Trump intenta hacer, y el Congreso le ha permitido hacerlo, pero fue en momentos de crisis económica o guerra. Pero hoy no hay ese contexto: no estamos sumidos en una guerra importante ni en una gran depresión«. La diferencia es que hoy Trump quiere que la Fed actúe, y el presidente no suele aceptar un ‘no’ por respuesta. De cómo responda el banco central puede depender su credibilidad a largo plazo.

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