La ginebra en honor a la Costa Brava que empezó como un trabajo de bachillerato y hoy se sirve en el Celler de Can Roca
Dice que fue un venazo “quizás un poco de pueblo”, pero, en realidad, la idea llevaba tiempo cociéndose. Se refiere al momento en que verbalizó ante sus amigos que estaría bien producir su propia ginebra. Tan en serio lo decía, que acabó dedicando su Treball de Recerca (como se llama al proyecto final de bachillerato en Catalunya) a plantear el modelo de negocio de una ginebra que destacara por “capturar la esencia” de la Costa Brava, donde vivía Ferran Monfort, el emprendedor que tuvo la ocurrencia. La cuestión es que Sa Tuna, el resultado de todo aquello, se vende ya en 80 tiendas –incluidos unos 40 supermercados Bonpreu– y se sirve en más de 250 restaurantes, incluido el Celler de Can Roca.
Monfort y sus dos socios, David Rio y Arnau Viusà, habían trabajado muchos veranos en restaurantes de categoría de la Costa Brava. Allí, según relata este joven de 21 años ahora convertido en consejero delegado de Sa Tuna, aprendieron mucho de vino y constataron que el ‘gintonic’ era el combinado de referencia. “Allí se nos empezó a generar la curiosidad por la ginebra, y, cuando cobrábamos, íbamos a la tienda a comprar y probar las ginebras que más pedían los clientes, para entender qué las hacía especiales”, se explica, antes de llegar al punto clave. “Hubo un día que me dio este venazo y les dije que, con todo lo que habíamos probado, tendríamos que hacer la nuestra”.
Eligió aquella agudeza como motor de su Treball de Recerca (TR) y dedicó los siguientes 6 meses a hacer experimentos. “Compramos un alambique de 10 litros de cobre, miramos cuáles eran las ginebras que más nos inspiraban, qué solían llevar y como trabajan, y tratamos de lograr un sabor personalizado con aquello que más nos había gustado”, prosigue Monfort. “Estábamos convencidos, honestamente, de que nos quedaríamos muy muy lejos de las ginebras que más nos gustaban, pero la primera que hicimos algo más pública, gustó mucho”, sostiene.
Una botella de Sa Tuna Gin / Cedida
Al principio solo se la dieron a probar a conocidos y familiares, pero, como trabajaban aún detrás de las barras de restaurantes, empezaron a pedir opinión también a clientes con los que tenían algo de confianza y sabían de su olfato para aquello. Y la respuesta siguió siendo más que buena. Dedicaron los siguientes dos años, mientras estudiaban uno en Teamlabs, otro un grado superior de márketing, y el tercero, contabilidad y finanzas, a perfeccionar el producto y montarle una mínima logística detrás.
“Todo el mundo nos decía que montar una destilería eran, mínimo, unos 50.000 euros de inversión que no teníamos”, explica el cofundador de Sa Tuna Gin, trayendo el caso del módulo de destilación como ejemplo de cómo sortearon este obstáculo: armaron uno ellos mismos con piezas de aquí y de allí que les acabó costando una cuarta parte de lo que es habitual. Superaron, pese a todo, las pruebas necesarias y obtuvieron todo permiso elemental para fabricar. Y, entonces sí, en julio de 2023 empezaron a vender.
La llegada a restaurantes y supermercados
“Lo bueno es que habíamos calentado mucho el mercado en los dos años anteriores”, pone Monfort encima de la mesa para justificar lo que pasó: que llegaron a Mas Sorrer (un macroespacio de ocio nocturno en el Empordà), a restaurantes de Estrella Michelin como el Celler de Can Roca, que firmaron un acuerdo con Disbesa (distribuidor oficial de San Miguel, Mahou, Pepsi….), que cerraron una ronda de financiación con pequeños inversores independientes de 250.000 euros o que este verano hayan patrocinado los festivales de Cap Roig, Nits de Barcelona o el Summerfest en la Cerdanya.
Otro punto de inflexión fue que sus botellas empezaran a venderse en los supermercados Bonpreu de la zona, lo que, subraya, les hizo poder empezar a llegar al público final. “Una vez entras en el gran consumo es cuando el proyecto empieza a coger seriedad y empieza a ser más atractivo tanto para consumidores como para otros clientes”, razona, matizando que están en unos 80 puntos de venta entre la cadena de la familia Font, la cadena hiperlocal Jodofi y otras tiendas especializadas.
En definitiva, prevén terminar el año habiendo producido 7.000 botellas (el doble que el año anterior) y facturando unos 200.000 euros. Y, de cara al año que viene, estiman que superarán las 30.000 botellas producidas.
De hecho, ahora que dan el verano casi por superado, el plan es apretar el acelerador para empezar a crecer por toda Catalunya y en otros puntos de Europa, especialmente en aquellos mercados afines a la Costa Brava. “Ya tenemos el ojo puesto en un cambio de instalaciones para mejorar la producción y poder lanzar nuevos productos”, concluye Monfort. Están valorando mudarse a una planta de unos 500 metros cuadrados, volver a acudir al capital riesgo para financiarse y reforzar la marca lanzando productos que no sean alcohol, por ejemplo, artículos textiles.
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